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Otros entusiastas iban entrando en el comedor, con mísero pelaje y cara famélica: revisteros obscuros en periódicos que sólo conocían los lidiadores a quienes se dirigían sus elogios y censuras; gentes de problemática profesión, que aparecían apenas circulaba la noticia de la llegada de Gallardo, asediándolo con elogios y peticiones de billetes.

Este palacio, llamado Alcázar Viejo, habia ya dejado de existir á fines del siglo XIV. Leemos en una carta dada por D. Enrique á 12 de marzo de 1399: vi vuestras peticiones selladas de vuestro sello que me enbiastes con Ruy Mendez de Soto Mayor, mi vasallo, veinte y quatro desta cibdad, entre las quales decides quel mi alcázar viejo que es de tras del alcázar nuevo de esa dicha cibdad que es un corral despoblado, etc.

La miseria de mi situación me ha hecho curioso: he querido saber lo que cobra el clero en España y lo que llega a manos de nosotros, los soldados rasos. Las peticiones y pensiones de la Iglesia forman una selva intrincada, aparte de los cuarenta y un millones. No hay ministerio adonde no lleguen sus raíces; su ramaje se extiende por todos los patios, corredores y tejados del edificio de la nación.

Lluevan sobre ellos en buena hora demandas y peticiones, renuévese la tabla de los derechos, clamen por todas partes tribuna y periódicos por la libertad de imprenta; no le responderán a usted con un no seco, sino que por ahora no conviene. Pida usted más garantías; abogue usted por una verdadera seguridad individual; porque tal o cual estado es absurdo.

Al cabo de tantas y tan gloriosas obras escritas con ejemplar actividad en su ya dilatada existencia, el poeta se hallaba en la pobreza, según nos lo muestran las constantes peticiones al Duque de Sessa que encontramos en sus cartas. En la segunda mitad de 1629 terminó Lope su Laurel de Apolo, poema en que va juzgando y alabando las obras de buen número de poetas contemporáneos.

Todavía navegó ciento treinta leguas por las costas de la Española en la frágil embarcación, hasta dar con el Comendador Ovando, que era el gobernador, y presentarle las peticiones de auxilio del Almirante. Después hubo de esperar varios meses en Santo Domingo a que volviesen naves de España, pues en más de un año no se había acercado buque alguno.

Si don Eugenio ponía cara de perro a las peticiones, surgía la protesta en la rapaz parentela que tanto le quería. ¡Id allá, granujas! gritaba el comerciante . ¿Qué os debo yo para que vengáis a saquearme? Nada tengo que agradeceros, como no sea haberme abandonado en medio de esa plaza.

En cuanto a las amenazas de don Juan, que había previsto el caso, se burlaba de ellas. ¿No era Juanito su hijo? Nunca vio el pobre muchacho tan dulce y complaciente a su mamá. La escuchó, como siempre, embelesado, deleitándose con el eco de su voz, y la madre tuvo necesidad de repetir sus peticiones para que Juanito se diese cuenta de lo que decía.

A una reunion provocada por el jefe general de policia, que lo era Arismendi, acudieron varios vecinos notables de Carácas con el fin de tratar de las peticiones que debian elevarse al Congreso. Una carta circular de Paez los animaba tambien á emitir sus opiniones con plena franqueza y libertad.

Por un lado se atemoriza al individuo con el genio del mal, siempre empujándole por el camino del vicio y la ignominia: por otro se le inspira confianza ciega poniéndole al lado un Ángel de la Guardia que no le abandona noche y día, que le sostiene, le conduce, "siendo su intervención tan útil, que modifica aquello que pedíamos a Dios cuando conoce que nuestras peticiones pueden acarrearnos algún mal espiritual o corporal."