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Actualizado: 4 de julio de 2025
Nela, pareces una almeja. ¿Qué quieres? Toma, toma esta peseta que me dio esta noche un caballero, hermano de D. Carlos.... ¿Cuánto has juntado ya?... Este sí que es regalo. Nunca te había dado más que cuartos.
El señor Juan enfermó de tisis, y durante dos años la esposa tuvo que atender a su cuidado, extremando aún más sus industrias para compensar la falta de la peseta que le entregaba antes el marido.
Pues mire usté, para que se vea lo que son las cosas, todavía, después de vestirse con la peseta que gana la infeliz, le queda para que fume su padre.... ¡Pero ya se ve!..., es una pobre costudera..., ¡y allá va eso!
Tirso dice que esas son novedades de la ciencia, que antes no se conocían tales cosas y que no por ello dejaban de curarse los enfermos. En cambio ha logrado que mamá dé una peseta todos los meses para no sé qué hermandad o cofradía de la Limosna de la Luz, y otra para unas escuelas católicas. El día que abra yo la puerta al cobrador, le echo rodando por la escalera.
No habían pagado los dos últimos meses de inquilinato al señor Vicente; debían en varias tiendas de la calle; él tendría que renunciar a la peseta que le daba de vez en cuando para tabaco, a los banquetes de «juventud», a aquellos gastos que consideraba necesarios para «hacerse ver», para «refrescar» el nombre literario.
Ofrecían un duro por cada peseta que quisieran arriesgar en favor de aquel cuitado. Y no ocultaban su asombro cuando veían aceptadas sus proposiciones por las gentes del país. ¡Qué zonzos! ¡Y cómo iban á perder el dinero!... La segunda hora de la lucha se desarrolló en silencio. La gente parecía anonadada por la monotonía del espectáculo.
Pues entonces, Nela dijo Celipín, fatigado de sus largos discursos yo te dejo y me voy, porque pueden descubrirme.... ¿Quieres que te dé una peseta, por si se te ofrece algo esta noche? No, Celipín, no quiero nada.... Vete, tú serás hombre de provecho.... Pórtate bien y no te olvides de Socartes, ni de tus padres.
Manzanares, que escuchaba con un orgullo de clase el relato de su amigo, miró luego a Maltrana. Aprenda usted, joven. En el mundo existen hombres de mérito aunque no hayan escrito en los papeles. Ahí tiene el ejemplo en don Antonio Goycochea. Entró en Buenos Aires con peseta y media, y hoy tiene ocho millones de pesos... tal vez diez... tal vez doce. Goycochea le interrumpió modestamente.
Mira, añadió resueltamente mi mujer; déjame en la fonda; no quiero dar un franco por ver ese edificio; por una peseta está cavando un español todo el dia en el campo....» Sin embargo dé estos sermones de mi compañera, yo me dirigí al estanco, con el fin de comprar el documento que el conserje me reclamaba. Mi mujer lo notó, y se detuvo á despecho mio. No te empeñes, porque no voy.
¡Y en la iznorancia! concluía, ahuecando la voz, el ilustrado Cerojo, que en su vida había gastado media peseta en libros que no fueran «rayados, para cuentas».
Palabra del Dia
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