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Actualizado: 4 de julio de 2025
A la vuelta ya sabe quién debe sólo decir que ha estado, o habrá salido un momento fuera, y como no haya sido en aquel momento... Usted le da un par de reales por la fidelidad. Par de reales que, sumados con la peseta que le ha dado el que no quiere que se diga que entró, forma la cantidad de seis reales.
Cuando los granujas trasegaron á sus estómagos, en dos sorbos, las pócimas infames que les sirvió el tabernero, pagó Pipa el gasto con la media peseta, más un cuarto que sacó de un pliegue de su mugriento gorro, y salieron todos á la calle.
Metiendo la mano en su bolsillo, sacó una peseta y la mostró al muchacho, cuyos ojos soñolientos se reanimaron de súbito, y alzó la mano hacía la moneda, diciendo con un gruñido: «Pa mí. Sí, para ti estaba» dijo, riendo la Sanguijuelera, guardándose la moneda con más viveza que un prestidigitador.
Y cuando se cree una que es el acabose de la pobreza, resulta que hay otros más miserables, porque una se echa a la calle, y pide, y le dan, y come, y con medio panecillo se alimenta... Pero estos que juntan la vergüenza con la gana de comer, y son delicados y medrosicos para pedir; estos que tuvieron posibles y educación, y no quieren rebajarse... ¡Dios mío, qué desgraciados son! lo que discurrirán para matar el gusanillo... Si me sobra dinero, después de darle de almorzar, he de ver cómo me las compongo para que tome la peseta que necesita para pagar el catre de esta noche.
Este clérigo gana una peseta, que es a lo que monta su misa diaria. «Y muchos días ha oído decir Azorín le falta la celebración.» Con esta escasa renta ha de mantener a su madre y a una hermana. «Y gracias ha oído decir también Azorín que un hermano que tenía, y que se había pegado también a la sotana, se ha casado ya.»
Estaba usted sola al balcón cosiendo, y recuerdo que la dije temblando de miedo: «Señorita, mi padre tiene hambre; déme usted una limosna, por Dios». Me miró usted con mucha sorpresa, y me dijo: «Aguarda un instante». Al poco tiempo bajó usted á la calle, se enteró de lo que pasaba, y me dió una peseta, diciéndome: «Anda, ve á comprar pan, y corre á llevárselo». No había necesidad de advertírmelo.
Es que así se dicen todas las cosas, y luego ... el diablo las enreda.... En cuanto una se pone un día un poco vestida.... Hija, ¡qué lenguas!... Ya se ve, ustedes están acostumbrados á oir que una señora gasta el oro y el moro para salir á la calle medio decente; y como nosotras no tenemos rentas, en cuanto nos ven algo majas, ¡es claro!, en seguida, que se lo regalan á una.... ¡Como no regalen!... Ni la rubia ni yo tenemos otras rentas que la peseta que ganamos á coser en las casas adonde nos llaman, y la jícara de chocolate, por la mañana y por la tarde, que nos dan además, como usté sabe.
Al reconocer á las dos señoras, hubo un movimiento de respeto y curiosidad en la doble fila de mujeres arrodilladas, vestidas de negro y con la mantilla sobre los ojos. Dos viejas se levantaron ofreciéndolas su puesto en la fila. Doña Cristina hizo un signo de aprobación con la cabeza y abriendo su portamonedas dió una peseta á cada una de ellas.
Supongo que una visita no ha de ser eterna, y que alguien ha de dar ejemplo en lo de tomar el camino de la puerta, y que no hay ofensa a Dios ni al prójimo en llamarse Estatira. En cada noche recibía la llorona una peseta columnaria y un bollo de chocolate. Y no se olvide que la ganga duraba un mes cabal.
Lecciones explicadas en el Ateneo científico y literario de Madrid, en el curso de 1882-73, con un prólogo del Excmo. Sr. D. Antonio Cánovas del Castillo; un tomo 8.º, 2,50 y 3 pesetas. Breves noticias sobre la vida literaria y política de Cánovas del Castillo: una peseta. Ensayo sobre la opinión pública; 3 pesetas. Traducción del mismo.
Palabra del Dia
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