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Actualizado: 4 de julio de 2025


Muchos creen que el ser liberal consiste en pegar gritos, insultar a los curas, no trabajar, pedir aboliciones y decir que mueran las autoridades. No señor. ¿Qué se desprende de esto? Que cuando hay libertad mal entendida y muchas aboliciones, los ricos se asustan, se van al extranjero, y no se ve una peseta por ninguna parte.

Patatas, en cambio, se adquieren poquísimas. La peseta ha perdido su capacidad adquisitiva, pero únicamente para las cosas, lo que equivale a afirmar que es todo el dinero el que ha perdido capacidad de adquirir.

Hablaban de cosas que nada tenían de espirituales, de lo caro que se estaba poniendo todo... La carne sin hueso, ¡quién lo había de decir!, a peseta; la leche a diez cuartos; el pan de picos a diez y seis, y de las casas no dijéramos; un cuarto que antes costaba ocho reales, ya no se encontraba por catorce.

Verdad es que allí el sueldo era más ruin; pero... si allí con una peseta se hace más que aquí con un duro... Yo, lo confieso, me ahogo en estos tabuquillos y chiribitiles en que vivimos. ¡Cuánto echo de menos aquellos patios, aquellos corralones de mi tierra! ¡En la cocina del señor Cura cabía toda esta habitación y sobraba sitio! ¡Y luego... vivir tan altos... tan encaramados! ¡Vaya si hay escalones hasta llegar aquí!

Los intrusos se largaron; los de casa se metieron en el pasadizo. Benina sacó de toda la campaña del día, comprendido funeral y boda, 22 céntimos, y Almudena, 17. De Casiana y Eliseo se dijo que habían sacado peseta y media cada uno.

Y dinero, ¿sabe usted, paisano? ni una peseta, ni una perra gorda. Tengo el gusto de desembarcar con el bolsillo limpio. Quiero que conste así, para cuando yo vaya en automóvil, tenga collares de perlas y los periódicos publiquen mi biografía con retrato. Me quedaba un poco de dinero, ¡muy poco! al bajar en Río con doña Zobeida.

Los primeros gritos fueron: ¡No pagamos! ¡Abajo la peseta! ¡Abajo el alcalde!

Antes de la venida de los gemelos, el ex-golfo solía sorprender a su madre con esplendideces y rasgos de amor filial, que eran las únicas alegrías saboreadas por la infeliz señora en mucho tiempo: le llevaba una peseta, dos pesetas, a veces medio duro, y Doña Paca lo agradecía más que si sus parientes de Ronda le regalaran un cortijo.

Ni una sola peseta de tantos millones de ellas como iban a salir por la boca de la mina, vendría a caer en sus manos. ¡Pero qué importa! Sus cálculos se realizaban, aquella intriga seguida con sigilo, con perseverancia, con maravillosa actividad y talento llegó al desenlace apetecido.

Buscó en la lista los platos mejores, aquellos cuyos nombres leía melancólicamente las noches que entraba en el establecimiento sin otro capital que una peseta. ¡Viva la abundancia! Comió a su antojo de lo más caro, tomó café, y hasta hizo que le trajesen de la Tabacalera de la calle de Sevilla un cigarro habano de los mejores. Había que solemnizar el suceso.

Palabra del Dia

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