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Actualizado: 23 de julio de 2025


No por cierto: una encomienda. Mirad, padre. Y Montiño sacó un estuche y le abrió. Pero eso es un collar de perlas dijo el padre Aliaga. Montiño, que no se había repuesto de su turbación, había tomado un estuche por otro, y había mostrado al fraile la alhaja que el duque de Lerma le había dado para seducir á la aventurera con quien se pensaba entretener al príncipe don Felipe.

La cigarrera le escuchaba muda, con los labios blancos, mirando fijamente al rostro de Baltasar, que tenía la expresión distraída del mal pagador que no quiere recordar su deuda. Y era lo peor del caso que, por más que la Tribuna quería echar mano de su oratoria, que le hubiera venido de perlas a la sazón, no encontraba frases con que empezar a tratar del asunto más importante.

Pero el ilustre licenciado tiene un precursor eminentísimo en esta apología de las castañuelas. Nada menos que Plinio, el gran Plinio, el Joven, se le anticipó en muchos siglos en el elogio. Porque es de advertir que en la Roma de los tiempos del emperador Trajano, las castañuelas se formaban con perlas.

Esos franceses tienen unos pies ridículamente pequeños...» «Procura apoderarte de un piano.» «Me gustaría un buen reloj.» «Nuestro vecino el capitán ha enviado á su esposa un collar de perlas. ¡Y sólo envías cosas insignificantes

o el que tiene a la vista esta naturaleza engalanada?: «De las entrañas de América dos raudales se destacan: el Paraná, faz de perlas, y el Uruguay, faz de nácar. Los dos entre bosques corren o entre floridas barrancas, como dos grandes espejos entre marcos de esmeraldas. Salúdanlos en su paso la melancólica pava, el picaflor y jilguero, el zorzal y la torcaza.

Confieso que la unánime y entusiasta aprobación, diré mejor, la alabanza sin restricciones que ha coronado a Pedro Sánchez, ha sido para , como para su autor, una verdadera aunque agradable sorpresa. Era la primera vez que Pereda abandonaba aquel su «huerto hermoso, bien regado, bien cultivado, oreado por aromáticas y salubres auras campestres», como dijo de perlas Emilia Pardo Bazán.

Recuerdos de Silam Ordoñez y Oñate El yo cuidado. En marcha Sungay Talisay La Capitana Ramona. Tiempo viejo Los labios de un chico y la boca de una chocolatera. Perlas y brillantes Laguna encantada. El cráter. Volcán de Taal Grandiosidad del volcán Erupciones notables Sueño del coloso.

Quisiera yo que fuera corona de su linaje, pues vivimos en siglo donde nuestros reyes premian altamente las virtuosas y buenas letras; porque letras sin virtud son perlas en el muladar.

Ven, señora, y si, en lugar de los palacios de cristal que en el profundo mar dejas, como una de sus habitadoras, hallares en nuestros ranchos las paredes de conchas y los tejados de mimbres, o, por mejor decir, las paredes de mimbres y los tejados de conchas, hallarás, por lo menos, los deseos de oro y las voluntades de perlas para servirte.

Nacido en Boccatigris, islote próximo a la boca del río Li-Kiang o "de las Perlas", en cuyas orillas está la ciudad de Cantón, se había embarcado muy joven, y hacía ya tres años que estaba a las órdenes del capitán Van-Stael, el cual supo bien pronto apreciar sus méritos. Era un perfecto ejemplar de la raza mongólica. Aunque de estatura mediana, era vigoroso.

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