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Actualizado: 23 de julio de 2025
Hubiera podido imaginarse que era un ser de más fina y noble naturaleza, como caído de las nubes, en medio de aquella sociedad de distinción más aparente que real. La dama llevaba un traje de seda negra. En su blanca garganta lucía un magnífico collar de gruesas y redondas perlas. Y perlas adornaban también sus negrísimos cabellos. Su edad, nadie hubiera acertado a determinarla.
Lo mismo que para apreciar la salud es preciso haber estado enfermo, así para comprender ciertos problemas de la vida, hay que ir á leerlos á los azules desiertos, misteriosos y dilatados dominios que no se sujetan á más ley que á la de Dios, ni reconocen más soberanos que al gigante del día que deshace en perlas sus brumas, y á la tímida sultana de la noche, que muestra su influencia en esos misteriosos besos en que las ondas elevan hacia el á su espuma, cual si fueran los brazos del amante, que buscan á su amada.
Había desaparecido el sol de oro, evaluado en más de cuarenta mil pesos, y cuyas ricas perlas, rubíes, brillantes, zafiros, ópalos y esmeraldas eran obsequio de las principales familias de Lima. Aunque el pedestal era también de oro v admirable como obra de arte, no despertó la codicia del ladrón. Fácil es imaginarse la conmoción que este sacrilegio causaría en el devoto pueblo.
¡Cuan hermoso es el Sol cuando la frente de entre nubes alzando esplendorosa baña la tierra con su luz fulgente, perfume embriagador presta a la rosa, dá murmurios al mar, perlas al río, al pájaro cantares de alegría, los colores del iris al rocío, rumor a la cascada y armonía!
El vestido de raso blanco, entre cuyos esculturales pliegues se quebraba la luz como en un mármol flexible, había llegado de París aquella mañana, y las dos perlas negras que llevaba en las orejas valían una fortuna.
¡Jesucristo! exclamó Quevedo en voz muy baja : ¿sera verdad lo que me habéis dicho acerca de ser pieza mayor el rey? En el lecho de la reina, más allá de ella, á quien da la luz de la lámpara sobre el bello semblante dormido, hay un bulto. Y en un sillón junto al lecho, vestidos de hombre. Y un rosario de perlas. ¡Ah! ¡es el rey!
JESSY. ¡Claro que no lo soy...! ¡Comprenderá usted que salgo ya sin mi nodriza...! ¡Y que no he ganado estas perlas cosiendo a máquina...! TALMA. ¡Lo adivino! Usted es hija de un consejero de Estado arruinado por las especulaciones. JESSY. Yo soy hija de mis obras, de mis obras vivas. Mamá tiene un cuarto amueblado en Montparnasse...
Con sus largos remos, parecidos á poderosas aletas, se producen remolinos en cada lado de la barca y se hace caer como lluvia de perlas las gotas sobre la superficie del agua; á voluntad se abre el líquido en surcos espumosos, y detrás se deja una larga estela donde vibra la luz serpenteando. Desgraciadamente, sobre el arroyo las embarcaciones no se ven con frecuencia.
Ana empezó a hacerse cargo del drama en el momento en que Perales decía con un desdén gracioso y elegante: Son pláticas de familia de las que nunca hice caso... Era el cómico alto, rubio aquella noche flexible, elegante y suelto, lucía buena pierna, y le sentaba de perlas el traje fantástico, con pretensiones de arqueológico, que ceñía su figura esbelta.
La mujer no sería mujer, es decir, el encanto del Universo, si no poseía ese don precioso: La ternura que no la deja hasta el sepulcro, la piedad y sus lágrimas, más valiosas que las más ricas perlas de los mares. La que nos ha dado tema para este capítulo y algunos otros, no lloraba; pero ¡estaba tan próxima á hacerlo!
Palabra del Dia
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