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Actualizado: 27 de mayo de 2025


11 Cuando algunos riñeren juntos el uno con el otro, y llegare la mujer del uno para librar a su marido de mano del que le hiere, y metiere su mano y le trabare de sus vergüenzas; 12 le cortarás entonces la mano, no la perdonará tu ojo. 13 No tendrás en tu bolsa pesa grande y pesa chica. 14 No tendrás en tu casa efa grande y efa pequeño.

No podía tener a mi lado más que personas extrañas... y luego... en fin... si el claustro es una tumba... es lo que me conviene... sufriré, concentraré mi dolor hasta que el dolor me mate... le sufriré resignadamente, y Dios me perdonará.

En medio del silencio, la voz del sacerdote resonó triste, pausada, pero consoladora: Dios le perdonará á usted, señor... Simoun, dijo; sabe que somos falibles, ha visto lo que usted ha sufrido, ¡y al permitir que usted halle el castigo de sus culpas recibiendo la muerte de mano de los mismos que ha instigado, podemos ver Su infinita misericordia!

Usted, que ha merecido ser amado por ella, debe ser el mejor de los hombres. Antes de dejar estos lugares, que ya no volveré a ver nunca, antes de que la expiación se cumpla, pido a usted como una gracia que me diga una palabra. Piense usted que voy a morir pronto. La última palabra pronunciada por ella fue de perdón: me pidió que la perdonara ¡yo, que la había muerto!

El contento de verlos y de hablar con ellos, después de tantos años de ausencia, me ha embargado el ánimo y me ha robado el tiempo, de suerte que hasta ahora no he podido escribir a Vd. Vd. me lo perdonará. Como salí de aquí tan niño y he vuelto hecho un hombre, es singular la impresión que me causan todos estos objetos que guardaba en la memoria.

María Teresa, aniquilada, se recostó en el gran sillón, en tanto que Juan, yendo hacia ella e inclinándose a su lado, le decía con voz grave: María Teresa ¿me perdonará usted algún día de haberme atrevido?... Dígame cuando menos que tengo disculpa; dígamelo, se lo suplico. ¡Hace tanto tiempo que ahogo mi corazón y sello mis labios para ocultar mi locura!

Ya sabe usted lo que es la disciplina. Yo era cabo en Cádiz; dieron el grito y tuve que echar detrás de los mandones, disparando tiros en contra de la religión, de la reina y todo lo antiguo y lo bueno. Es el pecado mayor de mi vida; pero Dios me lo perdonará, porque fui forzado y no tuve intención de ofenderle... Después salí del servicio y me dediqué a las cosas santas.

Detúvose temblorosa de emoción; en seguida, con una voz más baja, continuó: Señor, no he buscado este momento... no he calculado mis palabras... no le había destinado toda esta confianza; pero en fin, he hablado; usted lo sabe todo, y si alguna vez he podido herir su sensibilidad, creo que ahora me lo perdonará. Tendióme su mano.

Concha, en pie debajo del dintel de la puerta, se arreglaba con mano nerviosa la ropa y los cabellos. Ven aquí dijo en tono imperioso a su querido. Pero éste hizo un gesto de desprecio y se volvió hacia el matrimonio para disculparse. ¡Vaya unos postres que les he dado!... ¿Quién iba a suponer?... Carlota, usted es muy buena y me perdonará esta grosería. ¡Ven aquí! gritó con más furia la joven.

No me causó vacilación aquel flujo de palabras, pero acabé por escucharlas. La afectuosa exasperación de Oliverio actuó como un calmante sobre mis nervios, espantosamente excitados y templó su tensión. Le pedí que me perdonara aquel arranque, efecto de mi estado de aturdimiento, asegurándole que en mis palabras no había ni asomos de desconfianza.

Palabra del Dia

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