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Actualizado: 20 de junio de 2025


Por allí todo suele hacerse con mucha pausa. En parte alguna es menos aceptable el refrán inglés de que el tiempo es dinero. En parte alguna se emplea con más frecuencia y en la vida práctica la frase castiza y archi-española de hacer tiempo; esto es, de perderle, de gastarle, sin que nos pese y aburra su andar lento, infinito y callado.

Ya sabe usted que el noble corazón de los vendeanos era la única condecoración de aquel ejército; su adversario se da cuenta de ello, y viendo una ocasión de perderle sin exponer su vida, lanza un grito al cual acuden una docena de bandidos, a los cuales tenía sin duda apostados allí, para alguna otra cobardía. «¡Detenedle exclama , es un oficial realista, un enemigo de la repúblicaMi padre lucha vanamente contra aquellos miserables que le rodean, le desarman y le arrastran a un calabozo.

Pero si estamos presentes, si no apartamos la vista del lugar en que está el papel, veremos si se le pinta de nuevo ó si se le muda. En el primer caso, la aparicion del nuevo color se continuará con la misma sensación del papel, no movido, haciéndose la transformacion sin perderle nosotros de vista, recibiendo él la sucesion continua de sus movimientos, de sus posiciones, bajo la mano del pintor.

Y ella había sentido venir la catástrofe; el corazón se lo decía. No te metas, Bernardino, en la Bolsa, mira por aquí, mira por allí. Bernardino, vigila a ese niño, que no tiene experiencia, que no sabe por dónde anda; el socio es bueno, pero el mal ejemplo de los demás, el tuyo sobre todo, va a perderle. Bernardino esto, Bernardino aquéllo. Y nada, erre que erre. Estaban ciegos, locos.

Volviolos de pronto a don Santiago, sin atreverse a hacer a ninguno de los dos un a pregunta que se le escapaba de los labios; y como si la hubiera leído allí, dijo el pobre hombre: Nos queda un hijo solo... Eso : vale, por bueno y por gallardo, los nueve que le han precedido, por mucho que éstos valieran; pero por lo mismo que es solo y vale tanto, ¡qué miedos tan horribles de perderle!

Yo hubiera despertado al sentirme herida. Yo le hubiera perdonado. ¿Qué digo... le hubiera perdonado? Yo le hubiera pedido perdón y hubiera sido dichosa muriendo en sus brazos. ¡Cuánto me ama! Este amor que vale. En este amor que debiera yo haber cifrado siempre mi orgullo. ¿Por qué le he descuidado, hasta perderle tal vez, desvanecida yo, loca, atolondrada por una vanidad mezquina?

Eres una manirrota la decía , como toda tu casta, y vas a dejar a tu hija en la miseria, después de quererla tanto, o te falta juicio, o te sobra amor. Elige. Me falta juicio respondió la marquesa. Pues recóbrale. Que me le devuelva quien me enseñó a perderle. No te canses en predicarme, porque por donde quiera que tomes el punto, estás desautorizado para ello.

Y hablaban, precisamente, de la enfermera y de su belleza; uno y otro estaban de acuerdo en que tal belleza existía; pero Pomerantzev afirmaba que era una belleza de ángel, mientras que Petrov sostenía que era una belleza de demonio. Luego Petrov habló largamente, en voz baja, de sus enemigos. Tenía enemigos que habían jurado perderle.

Mi padre vivió algunos años más que ella; pero en tan mísero estado de salud, que dejé de sentir el influjo de su presencia muchos años antes de perderle. Su muerte es un hecho que para se produjo en puridad mucho antes de su fallecimiento. Realmente, pues, no conocí a la una ni al otro, y el día que me quedé solo llevando luto por mi padre, no aprecié ningún cambio que me hiciera sufrir.

Todos le miraban de reojo, pero jamás oyó desde los campos cercanos al camino una palabra de insulto. Le volvían la espalda con desprecio, se inclinaban sobre la tierra y trabajaban febrilmente hasta perderle de vista. El único que le hablaba era el tío Tomba, el pastor loco, que le reconocía con sus ojos sin luz, como si oliese en torno de Batiste el ambiente de la catástrofe.

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