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Actualizado: 20 de junio de 2025
Las olas son, María, aquellas sirenas seductoras y terribles, en cuya creación fantástica las personificó la florida imaginación de los griegos: seres bellos y sin corazón, tan seductores como terribles, que atraían al hombre con tan dulces voces para perderle.
Este ejemplar lo tengo en gran estima y hubiera sentido mucho el perderle porque es un recuerdo de mi madre. Esta noche cuando cenemos procuraré hacerte alguna fineza para demostrarte mi agradecimiento. El perro comenzó a dar saltos y a ladrar con gran alegría, no por la golosina ofrecida, sino porque comenzaba a ser útil a sus amos.
En épocas periódicas y casi fijas se hastiaba de sus correrías, y entonces su mujer, tan mona y cariñosa, le ilusionaba como si fuera la mujer de otro. Así lo muy antiguo y conocido se convierte en nuevo. Un texto desdeñado de puro sabido vuelve a interesar cuando la memoria principia a perderle y la curiosidad se estimula.
Núñez dio un prolongado chupetón al cigarro, sacudió la ceniza con el dedo meñique. ¿Barragán ha visto o ha olido a tu cuñada? preguntó al cabo con afectada indiferencia. Dice haberla visto cuando se inclinó para tomar el vaso replicó Tristán sin perderle de vista. ¡Oh! entonces no hay cuidado.
Finalmente, había escrito á su madre manifestándole que deseaba permanecer en Cádiz una larga temporada y que si le contrariaba en este deseo estaba resuelto á embarcarse para América. La pobre señora, asustada y conociendo el carácter impetuoso de su hijo, por no perderle para siempre, cedió á su capricho. ¿Qué esperaba allí? ¿Qué pretendía? Ni él mismo sabría decirlo.
Carmen hacía esfuerzos por mostrarse tranquila, y hasta estuvo presente en el acto de vestir Garabato al maestro. Sonreía, con una sonrisa dolorosa; fingíase alegre, creyendo notar en su marido una preocupación igual, que también intentaba disimular con forzado regocijo. La señora Angustias andaba por cerca de la habitación, queriendo contemplar una vez más a su Juanillo, como si fuese a perderle.
Le quería más que nunca: le adoraba con nuevo ardor, ahora que iba perderle. ¿Entonces por qué te vas? pregunta el joven. Si me amas ¿por qué me dejas? Porque te quiero, Rafael... Porque deseo tu tranquilidad. Quedarse allí era perderle.
Una tarde fue al Retiro en una victoria tirada por un buen caballo, con cochero previamente instruido y seguro de ser gratificado. Debía éste, mientras don Juan pasease a pie, no perderle de vista, aproximarse a una seña convenida y seguir luego tras la berlina de Cristeta. La traza no era mala; pero falló.
»Estando, pues, en la ciudad, sin saber qué hacerme, pues a don Fernando no hallaba, llegó a mis oídos un público pregón, donde se prometía grande hallazgo a quien me hallase, dando las señas de la edad y del mesmo traje que traía; y oí decir que se decía que me había sacado de casa de mis padres el mozo que conmigo vino, cosa que me llegó al alma, por ver cuán de caída andaba mi crédito, pues no bastaba perderle con mi venida, sino añadir el con quién, siendo subjeto tan bajo y tan indigno de mis buenos pensamientos.
Como durante el día, Petrov unas veces no se atrevía a moverse y parecía un cadáver, y otras sacudía todo el cuerpo, como si temblara de frío. Todo su horror se concentraba en su madre, en la pobre vieja de cara pálida. No pensaba ya que fuera cómplice de los médicos que querían perderle. Ni siquiera razonaba el horror que le inspiraba; pero temía ver su cara y oírle decir: «¡Hijito mío!»
Palabra del Dia
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