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Actualizado: 14 de junio de 2025
Mira, mi querido Munguía, tengo interés en que vengas conmigo; sin tí no voy, y perderé la mejor ocasión del mundo... ¿De veras? Te lo juro. En ese caso, vamos. ¡Paciencia! Te acompañaré.
A los enseres de la casa cuidadosamente quitáis el polvo cada día: al alma dejáis que críe podre. No me vengas con frases de beato melancólico, ni me obligues a burlas, que callo sólo por consideración a tí. Imita mi prudencia y no motives escenas que nos den a todos que sentir. ¡No me provoques! ¿Acaso conoces mis propósitos? Faltas a la verdad. No te provoco, pero no te perderé de vista.
«Es preciso averiguar si realmente ha muerto Rumblar... ¿Entrará al fin Inés en la familia de su madre? ¿La perderé para siempre? ¿Debo reírme de mi necia y ridícula aspiración? ¿Un hombre como yo puede subir a tanta altura? ¿La misteriosa obscuridad de los tiempos venideros ocultará alguna cosa que destruya este nivel espantoso? ¿Puedo esperar o resignarme desde ahora, bendiciendo la mano de la Providencia que me arroja en el polvo de donde nunca debí intentar salir?»
No has debido decirme eso en un momento semejante; en fin, no hablemos más del asunto... Perderé la vida en el camino, o vendré a libertaros. Cuando llegue la noche partiré. Los kaiserlicks rodean ya la montaña; pero no importa, tengo un buen caballo, y además ya sabes que siempre he tenido suerte. A las seis, las últimas cimas de la montaña quedaban sumergidas en las tinieblas.
Contigo, por medio de la contemplación, en alas del entusiasmo y del amor sin mácula, me arrobaré, me extasiaré y me perderé en el Uno. PROCLO. Así sea. ASCLEPIGENIA. Ahora tengo que dejarte. No puedo faltar esta noche en mi palacio, donde aguardo visitas. Ve a instalarte allí desde mañana. PROCLO. No aspiro a otra cosa.
¿Se ha convencido usted? me pregunta . Pues para que acabe usted de convencerse, me voy a jugar cien pesetas a una fila. Las perderé, ya lo sé, pero no importa... Como D. Salustiano, hay en San Sebastián infinidad de personas que se arruinan para demostrar que es imposible ganar a la ruleta. Porque, desde luego, D. Salustiano está firmemente persuadido de esta imposibilidad.
Pues luego os aparejad, Y la primera saetia Tomad de España la via, Que á los dos doy libertad. El suelo y cielo te trate Qual merece tu bondad, Y toma mi voluntad Por prenda de mi rescate. Que yo perderé la vida O cumpliré mi palabra, Que este bien ya escarba y labra En mi sangre bien nacida. Señor, un navio viene. De qué parte? Gavia tiene. Debe ser de mercancia.
¡Ah! ¡Qué amigos estos! exclamó ella en lo último de la angustia ¡Y luego nos injurian si al vernos desamparadas corremos a la degradación! Bueno, bueno; me perderé, me arrastraré». Miquis cerró los ojos para no verla. Si la veía un momento más estaba perdido... Por lo que, sin añadir una palabra, echó a correr fuera del gabinete y de la casa.
Así saldrá usted pronto de aquí; le perderé de vista, que bien lo necesito; porque usted, apreciable niño, ya iba resaltándome pesado con sus asiduidades de adorador y su muda admiración de pegajoso. Allá en Madrid se curará de tales tonterías... No me diga usted que no; no haga juramentos. ¡Si sabré lo que son los jóvenes! Usted es igual que todos.
Si es verdad que la hay, volveré a ver a Magdalena y con ella recobraré la felicidad perdida. Y si esa vida no existe, al extinguirse la mía todo acaba, mis lágrimas se secan y yo no siento ya mi desdicha. De todos modos he de salir ganando, pues nada perderé al dejar la vida que para mí nada vale. Tomado ya este partido, le convenía a Amaury aparecer tranquilo y casi alegre.
Palabra del Dia
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