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Actualizado: 24 de mayo de 2025
Un tenue olor de carne perfumada y enferma llegaba hasta Ojeda, pero tan leve, tan vagoroso, que no sabía ciertamente si era su olfato quien lo percibía o su imaginación. Y otra vez pensaba en el ambiente dormido de los antiguos muebles de secreto, que huelen a cartas de amor, polvo, ramilletes secos, cintas olvidadas y polillas. Por la noche había vuelto a hablar con ella largamente.
Y ahora ¡vive Dios! iba adquiriendo realidad la dichosa sinfonía de colores; ya no era una frase huera y sin sentido, porque todo parecía cantar, la vega y el Mediterráneo, los montes y el cielo. ¡Qué delicioso era el anonadamiento del poetilla, apoyado en la balaustrada, sintiendo en su rostro el fresco viento que tantas cabriolas hacía dar a las cometas de papel...! Allí estaba la sinfonía, una verdadera pieza clásica con su tema fundamental... y él percibía con los ojos el misterioso canto, como si la mirada y el oído hubiesen trocado sus maravillosas funciones.
El no percibía delante de sí más que un gran agujero negro donde iba a sumirse. Los altos álamos que orlaban la carretera, pasaban raudos a su lado como negros fantasmas. ¡Up, up, up! El noble bruto volaba como si le clavase el acicate. Así corrió por espacio de media hora. Es imposible se dijo. Su caballo es aún mejor que el mío, y me llevaba una delantera de dos tiros de fusil lo menos.
Este parecía, en efecto, abrigar intenciones perversas, porque el tío Frasquito percibía claramente del otro lado del tabique ruidos extraños que le desasosegaban, poniéndole nervioso; la puertecilla, sin embargo, no tenía rendija alguna traidora que diera paso a una mirada, y esto lo tranquilizó algún tanto.
Permaneció junto á la entrada, con una curiosidad que se sobreponía á la inquietud. Sintió venir al invisible proyectil á pesar del estrépito de los cañones inmediatos. Percibía, con rara sensibilidad su paso á través de la atmósfera por encima de los otros ruidos más potentes y cercanos.
Densísima niebla lo envolvía todo. En la vaga penumbra del crepúsculo sólo se percibía la forma indecisa del bajel apresado, como negro bulto que se destacaba sobre un fondo de color de ceniza. Ni los cercanos montes de la costa, ni las pálidas y moribundas estrellas, ni mar ni cielo se percibían con claridad. Si algo se vislumbraba era como a través de muy tupido velo.
Escuchaba, tratando de entender mejor lo que sólo confusamente percibía, y como al hacerlo cargase sobre el barandal de la escalera, éste crujió levemente, y la bruja alzó su horrible carátula.
Al poco rato sus penosos ronquidos de borracho sonaron entre los verdes y erguidos tallos. Cuando despertó era ya bien entrada la tarde. Sentía pesadez en la cabeza y el estómago desfallecido. Le zumbaban los oídos, y en su boca empastada percibía un sabor horrible. ¿Qué hacía allí, cerca del huerto del judío? ¿Cómo había llegado tan lejos?
Las armonías que percibía, evocaban a María Teresa y Huberto enlazados; entonces sintió un irresistible deseo de verlos, volvió sobre sus pasos, y pasó el resto de la noche detrás de una de las ventanas de la sala donde bailaba.
El ruido del aire que no se percibía abajo, aumentaba a medida que subíamos, rugía como un trueno en la escalera espiral y hacía temblar encima de nosotros las paredes de cristal de la linterna.
Palabra del Dia
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