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Actualizado: 5 de mayo de 2025


Siguió subiendo los peldaños, sin recatarse, sin temblar cual otras veces; como el señor que ha estado ausente mucho tiempo y entra arrogante en la casa que es suya. Dice usted bien, Andrés. Rafael no es mi hijo; me lo han cambiado. Esa perdida ha hecho de él otro hombre. Peor, mil veces peor que su padre. Loco por esa mujer; capaz de pasar por encima de si le separo de ella.

¡Ordinario, vulgarote! vociferó ella. Y mientras el atorrante bajaba las escaleras, saltando los peldaños de cuatro en cuatro, Angelita, echada sobre la barandilla, le hacía pitos, diciendo de burlas: ¡Adiós, tío Agapo! Arrojóle un salivazo, tan certero, que le cayó en la mano. ¡Puerca! ¡víbora! refunfuñó el filósofo. Pero, mamá decía Susana, ¿por qué le tratas de ese modo?

Creo que ha muerto hace media hora dijo el campanero . Cuando he subido a mi casa por las llaves, salía un médico del palacio, y así se lo decía a un canónigo.... Pero sentémonos. Tomaron todos asiento, con la gorra calada, en los peldaños de la verja del altar mayor. Mariano dejó en el suelo el manojo de las llaves, un racimo de hierro como una maza.

El intruso recorre un largo pasillo, empuja una mampara, tuerce á la izquierda, baja dos peldaños, sube después una escalerilla estrecha. Ya está «entre bastidores». Aquel segundo corredor parece una calle, y lo es, en efecto; una calle del grande y amable mundo de la farándula: á ambos lados del pasillo hay puertas numeradas, éstas cerradas, aquellas abiertas.

Arrastrándose como una bestia, casi a flor del suelo, llegó a ver el extremo inferior de su escala, luego los peldaños superiores, y al fin la puerta negra en mitad del cubo de la torre, que aparecía blanco bajo el fulgor de las estrellas. ¡Nadie! El enemigo había huido.

Así llegó, con paso silencioso, al ángulo del edificio más inmediato á la ventana del dormitorio de Elena. Luego se sentó en el suelo de tablas, encogiéndose para escuchar sin ser vista. Distinguió al poco rato en la obscuridad á Manos Duras, que iba aproximándose á la casa. Vió cómo se quitaba las espuelas, guardándolas en el cinto, y subía cautelosamente los peldaños de la escalinata.

Quiso probar sus fuerzas y darse a misma una prueba de que estaba mejor. El móvil inmediato fué llevar a su nieta Cecilita una muñeca, cuyo vestido desgarrado le acababa de coser la doncella. Los peldaños se le hicieron muy altos. Al llegar a la mitad tuvo que detenerse a tomar aliento. Cuando llegó al piso, dijo en la voz más alta que pudo: Cecilita, hija mía, ¿dónde estás?

¿Qué pasa? se dijo asustado Bonis. Pensó de repente, como antaño : Emma se ha puesto mala, y me va a echar la culpa. Se dirigió hacia la escalera, cuya puerta abrieron con estrépito desde dentro; bajando de dos en dos los peldaños, venían dos bultos: el primo Sebastián y Minghetti, que atropellaron a Bonis.

Casi todas las tardes, antes del toque de oraciones, se presentaba en la cuadra un viejo escudero. El ruido de sus botas en los peldaños era inconfundible. Sin embargo, el hombre aparecía de sorpresa, abriendo la puerta de un puñetazo.

Don Pablo, desde los peldaños de la capilla, abarcó en una mirada a todo su rebaño y entró en ella con apresuramiento, pues quería edificar a la gente ayudando la misa. La muchedumbre de trabajadores llenó la capilla, permaneciendo todos de pie, con un gesto hosco que hacía perder a Dupont, en ciertos momentos, toda esperanza de que aquella gente agradeciese los cuidados que tenía con sus almas.

Palabra del Dia

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