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Actualizado: 5 de junio de 2025


Sólo Paco Gómez se aventuró una vez a hacerlo por broma o fanfarronada; pero al llegar al salón se le recibió con sorpresa y frialdad tan despreciativas, que no le quedaron ganas de repetirlo. El hombre del canastillo se apresuró a entrar y cerrar la puerta; atravesó el pórtico y subió por la gran escalera de piedra, en cuyos peldaños gastados por el uso se rezumaba constantemente alguna humedad.

Maxi no dijo una palabra, y de pronto salió disparado de la casa, cerró con estruendo la puerta y bajó la escalera de cuatro en cuatro peldaños. Asustose Fortunata, y asomándose al balcón, viole recorrer apresuradamente la calle de Sagunto y después tomar por la de Santa Engracia, hacia abajo. Ella salió después, tomando por la misma calle, pero hacía arriba, en dirección de Cuatro Caminos.

Encerrados en el templo desde la tarde anterior, se retiraban a sus casas a dormir. El perro emprendía el camino del Seminario para devorar las sobras de la comida de los estudiantes, hasta que le buscasen los guardianes para encerrarse de nuevo. Luna bajó los peldaños de la portada y entró en la catedral.

Febrer se asomó a la ventana, y le vio al pie de la torre recogiendo su sombrero que se había caído y agitándolo en alto con expresión triunfante. Corrió luego el muchacho en torno de la base de la torre, y sus pasos resonaron poco después con bullicioso trote en los peldaños de madera, cerca de la puerta.

La aplicaron á una rodilla del gigante, y el hombre subió sus peldaños con agilidad, á pesar de las embarazosas vestiduras, procurando que los velos conservasen oculto su rostro. Al quedar de pie sobre un muslo del Hombre-Montaña, indicó con gestos su deseo de colocarse más en alto para hablarle.

Una tarde fría de febrero, al retirarse de la lección, y después de haber oído leer a su maestro un docto comentario sobre el Cantar de los cantares, Ramiro topó con Aldonsa junto al pilar de la escalera. Ella le invitó a subir a la torre. Un instante después uno y otro escalaban los peldaños. De pronto la campanera se detuvo y arrimó la luz del farol al rostro del mancebo.

Y subió de dos en dos los peldaños de una escalera, atravesó algunas habitaciones, y entró en la que Dorotea se encontraba todavía inmóvil y dominada por su mudo dolor. Ven conmigo la dijo el bufón asiéndola de una mano. ¡Ah! ¿sois vos? Ven conmigo... yo te salvaré... yo te consolaré... pero ven, ven... no perdamos un momento.

El ser todas de piedra, desde la Cava hasta las bohardillas, da a las escaleras de aquellas casas un aspecto lúgubre y monumental, como de castillo de leyendas, y Estupiñá no podía olvidar esta circunstancia que le hacía interesante en cierto modo, pues no es lo mismo subir a su casa por una escalera como las del Escorial, que subir por viles peldaños de palo, como cada hijo de vecino.

Y sonrieron los dos viendo ascender por los peldaños algunos pies de masculina dimensión, a pesar de que asomaban bajo una corola de faldas recogidas. Tras ellos subían enormes zapatos de hombre, embetunados y de fuerte morro, que dejaban en la alfombra una huella de pesadez.

Y Ricardo, pálido y trémulo como el jugador que pone junto a una carta las últimas monedas que le quedan, trataba de arrastrar a su novia hacia la sala, sujetándola fuertemente por la muñeca. María inclinó la cabeza y no dijo una palabra. Se dejó arrastrar sin oponer resistencia, bajando los cuatro o cinco peldaños de la escalera.

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