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Actualizado: 21 de junio de 2025
En la taberna de Paula todo era falsificado; ella compraba lo peor de lo peor y los borrachos lo comían y bebían sin saber lo que tragaban, y los jugadores sin mirarlo siquiera, fija el alma en los naipes. El consumo era mucho, la ganancia en cada artículo considerable. Por eso no había prendido ya fuego a la taberna con todos los ladrones dentro.
Ella no lo había oído, hombre. Y acarició a la criada con los ojos. Nuevo silencio. De Pas hubiera preferido una discusión inmediatamente. Todo, antes que los parches y el silencio. Estaba sintiendo náuseas y no se atrevía a pedir una taza de té. Se moría de sed, pero temía beber agua. Doña Paula hablaba con Teresa más que de costumbre y con una amabilidad que usaba muy pocas veces.
Tiene razón el muchacho se quedó pensando el Obispo que trataba al Magistral como un padre débil a un hijo mimado . Esa Paula nos maneja a todos como muñecos. Y continuó corrigiendo la Pastoral. De Pas tomó por el callejón arriba, desandando el camino; pero al llegar cerca de su casa se detuvo. No sabía qué hacer.
Doña Paula ponía a menudo postdatas en las de Cecilia. Gonzalo replicaba con alguna cuchufleta, mandaba estampitas, caricaturas para Ventura, y se portaba en todo como un miembro de la familia. Pero ahora los tres experimentaban malestar embarazoso. Nuestro joven en su vida había hablado con la señora de Belinchón, y con Cecilia sólo había cruzado las palabras que hemos dicho.
Siempre que estrenaba alguna prenda de apariencia brillante, sucedía lo mismo. Y esto no por otra cosa más que porque doña Paula no era señora de nacimiento. Procedía de la clase de cigarreras. Don Rosendo había tenido amores con ella siendo casi una niña, de los cuales nació Pablito.
Su fama de perfecta ama de cura corrió por toda la provincia; el párroco de la Virgen tenía la imprudencia de alabar su talento culinario, su despacho, su integridad, su pulcritud, su piedad y demás cualidades delante de otros clérigos, a la mesa, después de comer bien y beber mejor. Cundió la fama de Paula, y un canónigo de Astorga se la arrebató al cura de la Virgen.
Era el canónigo incapaz de gobernarse en las necesidades premiosas de la vida, no entendía palabra de los intereses del mundo, y al poco tiempo llegó a comprender que Paula era sus ojos, sus manos, sus oídos, hasta su sentido común. Sin Paula acaso, acaso le hubieran llevado a un hospital por loco y pobre. Aquel imperio fue el más tiránico que ejerció en su vida el ama de llaves.
Un día de San Francisco no puso colgaduras en los balcones del Casino el conserje. Ronzal, que era ya de la Junta, quiso arrojar por uno de aquellos balcones al mísero dependiente. ¡Señor gritaba el conserje si hoy es San Francisco de Paula! ¿Qué importa, animal? respondió Trabuco furioso . ¡No hay Paula que valga: en siendo San Francisco es día de gala y se cuelga!
Pero allí se le buscó al Obispo una ama de llaves y Paula siguió ejerciendo desde su casa sus funciones de suprema inspección. Fermín fue medrando, medrando; el muchacho valía, pero más valía su madre.
¿Que está muy mala doña Paulita? dijo en voz casi imperceptible el muchacho. Sí, señor; y usted, con esas voces, no la deja reposar. Pero si yo no he alzado la voz.... Calle usted, señor don Lázaro, calle usted, y no me desmienta. En esta disputa estaban cuando Salomé apareció, diciendo: ¡Por Dios, que está Paula con el recargo, y con este ruido se va á agravar!
Palabra del Dia
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