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Actualizado: 4 de junio de 2025
La conducta del hombre, así con respecto á lo moral como á lo útil, no debe gobernarse por impresiones sino por reglas constantes; en lo moral, por las máximas de eterna verdad; en lo útil, por los consejos de la sana razon.
Dos que había buenos, del uno se servía el Visorrey y del otro tomaba quien podía. Con toda esta carestía, no se dió paga entera á los soldados desde que partimos de Mesina hasta que se perdió el fuerte, sino dos escudos en tres veces que les dieron socorro, y así murieron muy muchos por no tener dineros con que gobernarse.
Pero no... la muy bestia se empeña en gobernarse sola, ¿y qué hará?... Alguna barbaridad, pero gorda. Si no, allá lo veremos». Fortunata se echó a la calle, y en la Plaza del Progreso vio muchos coches; pero muchos. Era un entierro, que iba por la calle del Duque de Alba hacia la de Toledo.
Facil es reparar, que todas las Artes tienen sus reglas fixas, que les sirven de principios para gobernarse, y debe ser el principal cuidado de los que quieren saber con fundamento el instruirse en las máxîmas primitivas y originales de cada profesion, como que las verdades que á cada una pertenecen no han de ser sueltas, sino encadenadas con los primeros principios.
Rogóle la duquesa que le contase aquel encantamento o burla, y Sancho se lo contó todo del mesmo modo que había pasado, de que no poco gusto recibieron los oyentes; y, prosiguiendo en su plática, dijo la duquesa: -De lo que el buen Sancho me ha contado me anda brincando un escrúpulo en el alma y un cierto susurro llega a mis oídos, que me dice: ''Pues don Quijote de la Mancha es loco, menguado y mentecato, y Sancho Panza su escudero lo conoce, y, con todo eso, le sirve y le sigue y va atenido a las vanas promesas suyas, sin duda alguna debe de ser él más loco y tonto que su amo; y, siendo esto así, como lo es, mal contado te será, señora duquesa, si al tal Sancho Panza le das ínsula que gobierne, porque el que no sabe gobernarse a sí, ¿cómo sabrá gobernar a otros?
Aquellos eran tiempos de pelear, en que cada hombre iba de soldado a defender a su país, o salía por ambición o por celos a atacar a los vecinos; y como no había libros entonces, ni teatros, la diversión era oír al aeda que cantaba en la lira las peleas de los dioses y las batallas de los hombres; y el aeda tenía que hacer reír con las maldades de Apolo y Vulcano, para que no se le cansase la gente del canto serio; y les hablaba de lo que la gente oía con interés, que eran las historias de los héroes y las relaciones de las batallas, en que el aeda decía cosas de médico y de político, para que el pueblo hallase gusto y provecho en oírlo, y diera buena paga y fama al cantor que le enseñaba en sus versos el modo de gobernarse y de curarse.
Esta preocupacion arrebata á veces hasta hacer decir á algunos, que nada hay bueno sino en su País; y en los demas todo es malo. Apenas hay Historiador, que en ponderar las antigüedades de los Pueblos no cometa mil absurdos y falsedades, por gobernarse, en lugar de buenos documentos, por una vanísima credulidad y preocupacion.
Si las costumbres han de gobernarse por lo que enseñan las Divinas letras, las tradiciones Apostólicas, la doctrina de los Padres, los cánones de los Concilios, que son los principios fundamentales de la Moral: ¿cómo han de dirigirlas los que solo estudian unas Sumas, donde lo que se trata no se reduce á estas verdades fundamentales?
Así que el hombre ha de gobernarse por la razon, y esta es la que en las Ciencias humanas ha de obligarle al asenso. Y es bien cierto, que los referidos Autores no siguieron en muchas cosas á los pasados, y el mismo derecho tenemos nosotros, y la misma libertad para seguirlos, ó para no creerlos.
Pues si todas aquellas apariencias externas se compadecen tanto con la virtud como con el vicio, ¿por qué ha de gobernarse el hombre por ellas para afirmarlo? Del mismo modo yerran los que juzgan lo contrario. Cleóbulo, dice otro, va con hábitos largos, el cuello torcido, sombrero grande, con gran compostura, y despues se ha averiguado que era hipócrita, y por tal le han castigado.
Palabra del Dia
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