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Actualizado: 21 de junio de 2025
Muchos vecinos ya esperaban con curiosidad maliciosa la hora del alboroto y salían a los balcones a presenciar la escena. Pero doña Paula tenía además que seguir los pasos a su hijo. El Chato había visto a la Regenta y al Magistral entrar juntos al anochecer en casa de doña Petronila. Y ya lo sabía doña Paula.
Yo llevo este mal tan triste porque un gran frío me recorre el cuerpo, y me toca el fuego y no lo siento calentar mi carne muerta. En la noche no se ve nada y se ve una hoguera, y del cielo ninguna cosa baja a la tierra, si no es el agua y el fuego, que tienen una hermandad.... En la cocina resuenan los lloros del niño que mama en el pecho de Paula la Reina.
La consideraba á usted santa; pero ahora veo que su sabiduría iguala á su virtud, y á su lado me encuentro tan pequeño, que me da vergüenza. Sí: una persona á quien se trata con tanta dureza no puede ser buena dijo Paula. El amor hace prodigios; hace de los hombres incultos y malos, hombres mansos y buenos; hace de los melancólicos y descreídos, seres felices, creyentes y cariñosos.
Antes de hacerlo, Valentina fué comisionada por doña Paula para ir al cuarto de Venturita, y traer de allá unos patrones que debían de estar sobre el armario-escritorio. Llegó, y empujó la puerta en el instante crítico en que Gonzalo se estaba bañando de aquella original manera. Al sentir el ruido, éste se levantó de un brinco y quedó, más pálido que la cera.
Se atrevió un parroquiano a no pagar y tras él fueron otros, y al fin no le pagaba casi nadie. Paula que había dominado a dos curas, y estaba dispuesta a dominar el mundo, no podía con su marido. «Lo que tú quieras, tienes razón», decía él, y a la media hora volvía a las andadas.
Doña Paula, que había acompañado a su hijo hasta el portal, dijo con énfasis al cochero: A casa de don Pompeyo Guimarán... ya sabes.... Sí, sí... Dobló el coche la esquina; don Fermín corrió un cristal y gritó: Despacio, al paso. Miró la carta de Ana. Rompió el sobre con dedos que temblaban y leyó aquellas letras de tinta rosada que saltaban y se confundían enganchadas unas con otras.
Paula dijo un Dios te salve el número de veces necesario; pero al llegar al sitio del Padre nuestro, siguió diciendo Dios te salve hasta treinta veces, con tanta prisa, que no esperaba á que la otra concluyera su Santa María.
Después le parecía que menguaban, que disminuían hasta ser tamañitas: Paz como una nuez, Salomé como un piñón, Paula como una lenteja.
Sí dijo Paula con voz muy triste: no quiero más que reposar en paz. ¡Qué bella es la muerte! dijo Lázaro patéticamente: sólo ella nos puede consolar. Por mi parte, señora, le digo á usted con franqueza que quisiera morirme en estos momentos. ¡Morir!-exclamó la devota con repentino arrebato de interés, y acercándose más, mucho más al joven. ¡Morir, no! Usted debe vivir.
Paula veía pasar por sus manos los duros y las pesetas, pero aquello era como agua del mar para el sediento; no sacaba nada en limpio de revolver trigo y plata de la milagrosa Imagen.
Palabra del Dia
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