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Actualizado: 24 de junio de 2025
Terminado por fin aquel banquete de familia, Lesperut se empeñó en llevamos al café que da vista al paseo del Palacio Real. Yo abrigaba el mismo proyecto, pero no tuve títulos para disputarle el derecho de agasajarnos. Estaba en su país, en su casa: él era el patron.
Después de saludar cortésmente al desterrado de Cantillana, y sostener con esfuerzo y coraje una lucha empeñadísima con más de veinte ganapanes que trataban de arrebatarme la maleta, tomé un coche y di al cochero las señas de una casa de huéspedes situada en la calle de las Águilas, que mi sabio patrón de Marmolejo me había recomendado.
Sebastiana quiso quedarse en la estancia, al lado de Celinda, sin creer necesario para ello el permiso del patrón. El mismo don Carlos había rogado á Watson que se quedase también hasta el día siguiente, en que volvería él. Tengo que hacer una cosita urgente en la Presa. Deseo decir unas palabritas á cierta persona.
Si pretenden entrar aquí, se van a perder. ¿Quiere usted decirle a Larragoyen, el patrón, que prepare el bote de salvavidas? Sí, hombre. Salí de la atalaya, crucé el Rompeolas. El mar saltaba por los malecones y llegaba hasta las mismas casas, haciendo un ruido de terremoto.
Y nadaba y nadaba, siempre creyendo ver aquel fantasma indeciso que cambiaba de sitio, esperando que de la oscuridad surgiera el San Rafael viniendo en su busca. ¡Ah de la barca! ¡Tío Chispas!... ¡Patrón!
Los remos habían tocado ya el agua, y aun permanecía la lancha atracada á la rampa, y sujeta á ella por un cabo que tenía entre sus manos, por el extremo de tierra, un viejo patrón que contemplaba atónito la escena. ¡Suelte! le dijeron desde la lancha más de una vez, con débil y trémula voz.
¿Qué piensa usted de su patrón? ¿Lo cree usted capaz de haber cometido un delito como ese? La mujer vaciló durante un momento, pero luego contestó resueltamente: No. ¿Por qué cree usted que no? Quería mucho a la señora cuando se conocieron. La quería locamente. ¡La consoló tanto de sus dolores! ¿Qué dolores? La señora sufría, estaba mortalmente dolorida.
El secretario del banquero, que había llamado á Torrebianca por teléfono, hacía esfuerzos para ocultar su turbación, y acogió la presencia de éste con gestos pesimistas. Creo que vamos á salir mal de esta aventura. El patrón debía habernos prevenido...
Juan no ha olvidado aún la mirada llena de ternura con que el señor Aubry lo contempló durante largo tiempo, mirada penetrante y buena, que le dio valor. Ven acá, Juan Durand. Puesto que el oficio de carpintero no te gusta ¿quieres que yo sea tu patrón? ¿Usted? Sí, yo. Juan recuerda que dijo con desenfado: Pero si usted es el señor alcalde, no puede ser mi patrón... El señor Aubry se sonreía.
cuando de Bretaña vino. Cuando Sancho Panza oyó decir esto a su amo, pensó perder el juicio, o morirse de risa; que, como él sabía la verdad del fingido encanto de Dulcinea, de quien él había sido el encantador y el levantador de tal testimonio, acabó de conocer indubitablemente que su señor estaba fuera de juicio y loco de todo punto; y así, le dijo: -En mala coyuntura y en peor sazón y en aciago día bajó vuestra merced, caro patrón mío, al otro mundo, y en mal punto se encontró con el señor Montesinos, que tal nos le ha vuelto.
Palabra del Dia
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