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Si el patrón de la lancha de que son socios mis vecinos, les debe algo, desde sus balcones lo dicen, y en los mismos discuten el medio de cobrarlo. Por el balcón recibe Tremontorio las consultas que se le hacen sobre el tiempo; por el balcón las contesta, y el balcón es su observatorio.

Otra tos le volvió á atacar al infeliz patron y los obreros ú oficiales se retiraron á sus casas, llevándose martillos, sierras y otros instrumentos más ó menos cortantes, más ó menos contundentes, disponiéndose á vender caras sus vidas. Plácido y el pirotécnico volvieron á salir. ¡Prudencia, prudencia! recomendaba el maestro con voz lacrimosa.

Para esto de chamuscar casadas y encender doncellas no tenía coteja. Gran devoto de San Rorro, patrón de holgazanes y borrachos, vivía, como dicen los franceses, au jour le jour, y tanto se le daba de lo de arriba como de lo de abajo. Mientras encontrara sobre la tierra mozas, vino, naipes, pendencias y francachelas, no había que esperar reforma en su conducta.

Se trata de hacer un recorrido por entre las filas carlistas y conseguir que varios generales y, además, el mismo don Carlos, firmen unas letras. ¡Demonio! No es fácil la cosa exclamó Zalacaín. Ya lo que no; pero se pagaría bien. ¿Cuánto? El patrón ha dicho que daría el veinte por ciento, si le trajeran las letras firmadas. ¿Y a cuánto asciende el valor de las letras? ¿A cuánto?

El gaucho no trabaja; el alimento y el vestido lo encuentra preparado en su casa; uno y otro se lo proporcionan sus ganados, si es propietario; la casa del patrón o del pariente, si nada posee. Las atenciones que el ganado exige se reducen a correrías y partidas de placer.

¡Ah ladrón, profeta falso! gritó el estanciero con voz estentórea. Pero Desnoyers no se inmutó ante el insulto. Había oído muchas veces á su patrón las mismas palabras cuando comentaba algo gracioso ó al regatear con los compradores de bestias.

El patrón del vaporcito lanza un nombre; respondo, reúno los compañeros, me acerco a algunas señoras para ofrecerles un sitio en mi nave, que rehúsan pesarosas; un apretón de manos a algunos oficiales de la Gironde que han hecho grata la travesía, y en viaje.

Podeley jamás había dejado de cumplir nada, única altanería que se permite ante su patrón un mensú de talla. ¡No me importa que hayas dejado o no de cumplir! replicó el mayordomo. ¡Pagá tu cuenta primero, y después veremos! Esta injusticia para con él creó lógica y velozmente el deseo de desquite.

Viaje bueno, pero hay que navegar pegados á la costa, siguiendo la curva de los golfos, sin atreverse á pasar de cabo á cabo por miedo á los submarinos... Yo he encontrado á un submarino. Ulises adivinó que las últimas palabras del patrón contenían el móvil que le había hecho aproximarse, venciendo su timidez.

Ahí dentro; ¿qué se le ofrece? Vengo a pagar cuatrocientos pesos que me ha puesto de contribución... ¡Como no le cuesta nada a ese animal! ¿Conoce, patrón, al general? Ni quiero conocerlo, ¡forajido! Pase adelante; tomemos un trago de caña.