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Actualizado: 24 de mayo de 2025
Juan recuerda el miedo que sintió creyendo haber hablado demasiado. Señores dijo el alcalde dirigiéndose a los miembros de la comisión, hemos concluido; pueden ustedes retirarse. Voy a ocuparme de este niño. Y cuando se quedó solo con Juan, continuó sus interrogaciones. ¿Te gusta trabajar de carpintero? ¡Uf! ¿si me gusta?... el patrón es muy duro, cuando se emborracha pega fuerte.
El patrón cambió el rumbo. Estábamos frente á Torresalinas. Todos éramos de aquí y contábamos con los amigos. El cañonero, viéndonos con rumbo á tierra, no disparó más. Nos tenía cogidos, y seguro de su triunfo, ya no extremaba la marcha. La gente que estaba en esta playa no tardó en vernos, y la noticia circuló por todo el pueblo. ¡El Socarrao venía perseguido por un cañonero!
Y los carabineros, excelentes muchachos que viven entre nosotros y son casi de la familia, hacíanse a un lado, comprendiendo la situación y no queriendo perder a unos pobres. ¡A tierra, muchachos! gritaba nuestro patrón . Vamos a embarrancar. Lo que importa es poner en salvo fardos y personas. El Socarrao ya sabrá salir de este mal paso.
Había para todos; para los de uniforme, pobrecitos que no saben cómo mantener su familia con dos pesetas, y para nosotros la gente de mar. Pero el negocio se puso cada vez peor, y El Socarrao hacía sus viajes de tarde en tarde, con mucho cuidado, pues le constaba al patrón que nos tenían entre ojos y deseaban meternos mano. En la última correría íbamos ocho hombres á bordo.
Cuando hube permanecido en aquel agujero el tiempo suficiente para lavarme y limpiar la ropa, salí como los grillos a tomar el sol acompañado del patrón, que tuvo la amabilidad de llevarme al paraje donde las aguas salutíferas manaban.
Mi patrón entabló conversación con ellos. Se habló de política: la proximidad de una guerra entre Francia y Alemania era lo que preocupaba la atención en aquel momento. Pesáronse las probabilidades de triunfo por una y otra parte. Uno de aquellos señores, hombre gordo, de piernas muy cortas y traje claro, apostaba por Alemania; los otros dos ponían por Francia.
¡Me maldice usted, padrecito! dijo el marino ; vaya, no se incomode; se lo perdono todo, incluso la sangría, gracias a la buena noticia que usted acaba de darnos... ¡Ah! ¡conque la tartana de ese maldito ha fondeado cerca de Conil! ¡Por mi madre, daría con gusto los ocho años de soldada que Fernando me debe por ver a ese condenado gitano con grilletes en los pies y en las manos y arrodillado en la capilla ardiente! ¡Cuántas veces, al querer darle caza con la escampavía he renegado de mi patrón por las bordadas que nos hacía correr ese favorito del infierno! ¡porque siempre se embarca cuando peor tiempo hace!
Verdad es que Candido le sacaba muchas ventajas á Martin, porque llevaba la esperanza de ver á su Cunegunda, y Martin no tenia cosa ninguna que esperar: y le quedaba oro y diamantes; de suerte que aunque habia perdido cien carneros grandes cargados de las mayores riquezas de la tierra, y aunque le escarbaba continuamente la bribonada del patron holandés, todavía quando pensaba en lo que aun llevaba en su bolsillo, y hablaba de Cunegunda, con especialidad después de comer, se inclinaba al sistema de Panglós.
Ella, según dice el tío Manolillo, es la duquesa de Gandía. ¡Ah! ¡la duquesa de Gandía! ¡ah! ¡ah! ¡el duque de Osuna... y la duquesa de Gandía!... ¡por San Lorenzo nuestro patrón! eso es ya distinto... ¿y lo sabe eso doña Clara? Lo ignoro, señor.
Para los extranjeros, que me están echando el lente con desdén, soy una Doña Simplicia de aldea; para los viejos, soy cero. Los otros se quedan neutrales, tanto por consideración al duque que es mi patrón, y lo entiende, como para lanzarse después a la alabanza o la censura, según la opinión se pronuncie en pro o en contra.»
Palabra del Dia
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