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Actualizado: 24 de mayo de 2025
El Océano es voz que habla á los lejanos astros, contesta á su movimiento en su idioma grave y solemne. Habla á la tierra, á la playa, con patético acento; dialoga con sus ecos: plañidero unas veces, amenazador otras, ruge ó suspira. Y á quien se dirige, sobre todo, es al hombre.
Cuéntase la anécdota de que Morales, al llegar á Madrid con su mujer, le recitó un soneto patético para prevenirla contra los peligros de su residencia en la corte, y que además le dió un palo en la cabeza para esforzar más sus exhortaciones.
Aquí hallo ese horizonte vago, indefinible, oscuro, patético, solemne, augusto, que está en armonía con el pensamiento de Dios, con aquella creacion austera, imponente y sublime, con aquellas tinieblas majestuosas de que rodea el poeta al excelso trono.
Esta pieza burlesca es de mucha gracia, haciendo alarde el poeta de agudezas y chistes extremados, y ofreciendo, además, un efecto cómico incomparable, porque las burlas más desatinadas y hasta las más absurdas revisten tono patético, y se expresan en elegantísimos versos.
El monólogo en que Don Juan expresa la lucha, que sostiene entre su amor, siempre vivo y ferviente, y entre las inspiraciones de su conciencia, acerca de la vanidad de las leyes del honor, y la necesidad en que se halla de guardar esa costumbre general, es de un patético profundo; preséntase entonces Don Alvaro, y estrecha entre sus brazos á Serafina dormida, pero en el mismo instante suenan dos tiros detrás de la escena, y el raptor y la robada caen en tierra llenos de sangre.
Digo picante, porque en todas las creaciones de esta sociedad, hay algo que sorprende, que asombra; pero que asombra y que sorprende, con una sorpresa y con un asombro que tienen un no sé qué que provoca á la risa. Los franceses tienen un patético particular: es mitad patético y mitad ironía: una criatura que llora y rie á un mismo tiempo.
Acentuándose sus místicos sentimientos, imprimió el mismo año, en Valladolid, los Cuatro solilóquios... llanto y lágrimas que hizo arrodillado delante de un Crucifijo, pidiendo a Dios perdón de sus pecados, después de haber recibido el hábito de la Tercera Orden de Penitencia del seráfico Francisco; es un patético librillo de arrepentimiento que debe ser anotado como precedente de la inesperada transformación que veremos operarse en la vida de Lope antes de mucho tiempo.
Y ello en una forma ágil y fácil, siempre viva, animada siempre. De ahí que el interés no decae un solo instante, sostenido aquí por la ternura, allí por lo patético, allá por el drama íntimo, acullá por un revuelo lírico y en todas partes por un perfecto acuerdo entre el mundo evocado y la energía evocadora. Junio 10 de 1908.
Y elevando el tono casi hasta lo patético, saltó de repente con esto: «No me vuelvo atrás de nada de lo que he dicho a usted en otras ocasiones». Como ella aparentase no interesarse en este giro de la conversación, volvió Ballester a tomar el tono fraternal de esta manera. «Me voy a permitir hablar a Quevedo.
No juegues al escondite; yo no bromearía en tu lugar, Magdalena continuó Yuba-Bill, que en un exceso de furor daba ya vueltas pateando. ¡Magdalena! continuó la voz. ¡Oh, Magdalena! ¡Mi buen señor! dijo el juez, en el tono más patético. Imagínese lo inhospitalario de rehusar un abrigo contra la inclemencia del tiempo, a mujeres desamparadas. ¡Señor mío de mi alma! Pensar que...
Palabra del Dia
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