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El mismo Schiller lo descubre con admirable claridad en otra de sus cartas: «La misión del poeta épico es hacer que aparezca toda entera la íntima verdad del asunto: no pinta más que la existencia tranquila de las cosas y el efecto que naturalmente producen: aquí por qué, en vez de correr impacientemente hacia el término de la narración, nos place detenernos á cada instante con él». Dejemos, pues, al novelista la libertad de pararse donde lo tenga á bien, como el poeta épico: si siente amor á la claridad y á la medida, clara y armónica será su obra, aunque se distraiga á menudo.

Zelayeta se puso a proa con el bichero, y Recalde y yo, unas veces remando y otras empujando contra las rocas, avanzamos despacio. De pronto, Zelayeta gritó, mientras apretaba con el bichero: ¡Eh! Parad. ¿Qué pasa? Hay que pararse. Perdemos fondo. El bote iba rasando la roca. Nos detuvimos. Estábamos a veinte pasos del barco.

Emprendí otra vez la carrera furiosa, y cuando entró en la calle de la Borceguinería tuvo que acortar el paso y le alcancé. Seguile de cerca, y al entrar en la calle de San José me adelanté y fui a situarme delante del convento. No tardó en llegar y pararse. Observé que un individuo que estaba en el portal del colegio tiró de la campanilla y que la puerta se abrió instantáneamente.

Las de los indios, siguen á sus maridos armadas con porras, varas, y algunas veces espadas, para desbaratar y robar cuanto encuentran en las casas, como vestidos, utensilios domesticos, &a. y cargadas con su presa, se retiran lo mas presto que pueden, sin pararse de dia ni de noche, hasta hallarse á gran distancia, y fuera del peligro de ser alcanzados por sus enemigos.

Esta parece que correspondió al fin á los deseos del hijo del Profeta: pero el bueno de Monjarras, no contento con ello, la robó de la paterna casa y la sacó de Sevilla casi por la fuerza, y sin pararse en melindres, como persona apasionada y de alientos que era.

Se levantó como siempre, magnífico, sereno, sin mostrar temor alguno a los touristes, que le describen en sus cartas a los periódicos, ni menos a los poetas cursis, que le traen y le llevan y algunas veces hasta le mandan pararse para que escuche sus simplezas. ¡Muchísimo! El marino sonreía con semblante compasivo, como diciendo: ¡Qué sería el mundo, si los gustos fuesen iguales!

Al subsiguiente de esta conversación emprendí la caminata con Neluco, los dos solos y a caballo: yo en el de siempre, bien repuesto ya de sus últimas fatigas, y él en otro rocinejo por el estilo, que era de su propiedad y tenía la costumbre, como caballo de médico, de pararse delante de todas las viviendas que hallaba al paso.

¡Eso no! contestó Leto sin pararse en barras, acordándose del lance del Miradorio . Bien están donde están, puesto que usted no las quiere.

Se va á los colegios, no para saber ni estudiar, sino para ganar el curso y si se puede saber el libro de memoria ¿qué más se les podía exigir? se ganaba el año. Basilio pasó los exámenes respondiendo á la única pregunta que le dirigieron, como una máquina, sin pararse ni respirar, y gano con gran risa de los examinadores la nota de aprobado.

Y dijo Sancho: -No tienen que pararse a escuchar, sino entren a despartir la pelea, o a ayudar a mi amo; aunque ya no será menester, porque, sin duda alguna, el gigante está ya muerto, y dando cuenta a Dios de su pasada y mala vida, que yo vi correr la sangre por el suelo, y la cabeza cortada y caída a un lado, que es tamaña como un gran cuero de vino.