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Actualizado: 13 de junio de 2025


D. Pantaleón bajó los párpados, manifestando de este modo solemne y augusto que su esposa no se equivocaba acerca del estado de su espíritu en aquella ocasión. Me respondió que no tenía inconveniente en que lo presentasen con tal que fuese por medio de una persona respetable. ¿Te parece bien D. Laureano? Perfectamente. Pues ya está hecho.

D. Pantaleón era un anciano, pero el estado de exaltación de sus nervios le prestaba una fuerza portentosa. Por algunos momentos la lucha se mantuvo indecisa. Varias veces cayeron el uno debajo del otro y otras tantas se alzaron. Los gritos se fueron apagando. El combate se hizo sordo, feroz, desesperado.

A las comidas la conversación solía animarse. Presentación embromaba a su cuñado. Mario la embromaba a ella. Carlota escuchaba sonriente aquel tiroteo, tomando parte alguna vez por su marido. D. Pantaleón les asaba a explicaciones científicas: el vino, el pan, el azúcar, todo era motivo para exponer largamente la muchedumbre de secretos que iba arrancando a la naturaleza.

El arte es la apoteosis de la inutilidad vertió sentenciosamente Moreno al oído de don Pantaleón, ya que se hubo calmado el entusiasmo. Cuando los objetos útiles dejan de serlo, pasan a la categoría de artísticos. Un ánfora antes servía para contener agua o vino. Hoy es objeto decorativo sobre las chimeneas o sobre columnas.

Una vergüenza inmensa, infinita, corrió por todo su ser hasta las últimas fibras y le paralizó enteramente. D.ª Carolina, con una rápida ojeada, advirtió su estado lastimoso. No creas que esto es puñalada de pícaro. Te habla así Pantaleón por mi boca porque tiene confianza en tu honradez, en tu dignidad, en que sabrás cumplir perfectamente tus obligaciones.

D. Pantaleon de Rivarola, se dijo: Que respecto á no estar instruido en los datos suficientes para votar en materia tan árdua, obedece y obedecerá, como siempre lo ha practicado, á quien representáre la autoridad de nuestro legitimo Soberano, el Sr. D. Fernando VII. Por el Sr. Dr. D. Manuel Alberti, se dijo: Que se conforma en todo con el voto del Sr. Dr. D. Juan Nepomuceno de Sola. Por el Sr. Dr.

Pues tiene mucha razón. ¡Cómo no ha de pesar menos mi cabeza que la de ese fenómeno! ¡Tendría que ver! D. Pantaleón sonrió lleno de lástima, y con la flexibilidad peculiar de los grandes hombres se apresuró a llevar la conversación a otro asunto más adecuado a la capacidad craneana del sexo femenino. Toda la vida había sido un hombre excesivamente sensible.

No hay inconveniente. Se halla en el jardín en este momento... Pasen ustedes por aquí. Los condujo al través de varias estancias y corredores hasta una puertecita. Abrió un ventanillo que tenía y les invitó a mirar. Miró primero Timoteo, luego Rivera; el último fue Mario. El ingenioso D. Pantaleón se hallaba sentado en uno de los bancos de piedra del jardín rodeado de seis u ocho individuos.

Buenas noches, D.ª Carolina. Buenas noches, D. Pantaleón. Buenas noches, Presentacioncita. Era horrible. Presentación le deseaba de todas veras la muerte. La actitud de Timoteo respecto a Godofredo, su aborrecido rival, estaba llena de calma y desdén. La mayor parte de las veces cuando se acercaba a la mesa no le daba las buenas noches ni le dirigía siquiera una mirada.

Me parece a , señor repuso el caminante, que sólo vagamente había comprendido las palabras de D. Pantaleón, que si a esos niños se les educara con cariño serían personas honradas. Yo conozco al mayor, y parece muy humilde el pobrecillo. Sería inútil, créame usted. Hoy se ha adelantado mucho en esa materia.

Palabra del Dia

rigoleto

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