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Actualizado: 12 de julio de 2025
Con estos razonamientos, gustosos a todos sino a don Quijote, llegaron a lo alto y entraron a don Quijote en una sala adornada de telas riquísimas de oro y de brocado; seis doncellas le desarmaron y sirvieron de pajes, todas industriadas y advertidas del duque y de la duquesa de lo que habían de hacer, y de cómo habían de tratar a don Quijote, para que imaginase y viese que le trataban como caballero andante.
Con todo esto es seguro que se endulzarían bien el paladar sus señorías, y no es aventurado suponer que aún sobraría algo para los pajes y la servidumbre.
¡Ah! ¡os envía mi hermano el arcipreste! perdonad, perdonad otra vez; estos pajes... ¡eh! ¡dejad ahí esas fuentes; son de la tercera vianda, venid para acá! pero señor, ¿qué hacen esos veedores? ahora tocan las empanadas de liebre, los platillos á la tudesca y las truchas fritas.
En el ancho portal daban guardia dos caballeros armados de punta en blanco, calada la visera y apoyados en sus lanzas; y entre ellos, sentado á una mesa baja y atendido por dos pajes, se hallaba el secretario de Su Alteza, encargado de anotar en el registro que delante tenía el nombre y títulos de los nobles visitantes y en especial los de aquellos recién llegados á la corte.
Mas como a los españoles poco les basta para entretener y sufrir mucho trabajo, con aquella gota pasó como pudo hasta el fin de la comida, habiéndonos todos los pajes conjurado de no mirarle a la cara en cuanto comiese, porque no volviese con señas a pedirlo y nos obligase a darle; mas él supo mucho, que cuando satisfizo el estómago de viandas, y servían los postres, volvió a decir: "Con licencia de vuestra señoría voy a beber", y levantándose de la silla fuese al aparador, y en el vaso mayor que halló echó vino y agua lo que le pareció; y satisfecha la sed, quitándose la gorra y haciendo una reverencia, salió de la sala y se fué sin hablar otra palabra.
Ya tenemos, pues, a Judit instalada en la Opera, tomando lecciones por la mañana y presentándose por la noche confundida entre los grupos de jóvenes, de ninfas o de pajes, como hace un instante decía nuestro amigo el profesor.
Don Juan luchaba en vano con el recuerdo de la Dorotea, no podía dominarle, no podía recusarle... y del recuerdo doloroso de la Dorotea pasaba al misterio de su madre... Don Juan estaba muy de mal humor. Y cuando se hallaba en uno de sus momentos más tétricos se abrió la puerta, y uno de los pajes dijo: Señor, la duquesa de Gandía.
Sí, señor; he sido muy desgraciado en el matrimonio; me he casado dos veces: mi primera mujer era muy aficionada á los pajes; llevósela Dios y quedéme en la gloria; pero como me había quedado una hija, necesité casarme de nuevo; mi segunda mujer ha salido muy aficionada á los soldados, y como es soldado el amante de doña Ana de Acuña... Mirad, no levantéis un falso testimonio á vuestra esposa.
Enviáronle pajes, familiares y servidores, y como el padre Aliaga no quería ser espiado, y temía que para sólo eso se le hubiese nombrado inquisidor general, despidió aquella servidumbre. Enviaron algunos alguaciles, para que sin pasar de la portería del convento estuvieran á la disposición de su señoría el señor inquisidor general, y se deshizo también de los alguaciles.
Imeneo ronda la casa de la bella Febea, y encarga á sus criados que la celen, mientras él hace sus preparativos para darle una serenata. Los criados vuelven temblando y llenos de miedo, huyendo del marqués, hermano de Febea, y éste, que defiende el honor de su hermana, intenta penetrar en la casa, aunque después cede de su propósito á ruego de sus pajes.
Palabra del Dia
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