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Actualizado: 14 de junio de 2025


Los que en días de holganza no iban a sus casas, quedándose en el cortijo para seguir las pláticas religiosas de un sacerdote enviado de Jerez, tenían por la tarde, en el ventorro, unas cuantas copas pagadas por el amo. Dupont era un creyente moderno, como él decía. Todos los caminos resultaban buenos para llegar a la conquista de las almas.

Dos o tres piedras chocaron contra la caja de la carretela, quedó herido el lacayo, una moza de fuerzas hercúleas metió un garrote entre los radios de una rueda y apalancando con alma para que no se moviera el coche, faciltó que por la trasera de éste treparan varias chicuelas ansiosas de arrancar de los sombrerillos las primorosas flores pagadas en París a peso de oro.

Dió su alma al Criador el 12 de agosto de 1601 dejando por heredera á la Fábrica de la catedral en la parte que quedase despues de pagadas las deudas: el cabildo dispuso darle sepultura en el nuevo crucero junto al obispo D. Leopoldo de Austria, al lado del Evangelio, pero estando este sitio ocupado con los materiales de la obra, se depositó su cuerpo en el hueco ó bóveda que ahora es capilla debajo del altar mayor.

La plata no entraba más que en pequeña proporción, en el total de la suma, comparada con el oro, porque las grandes piezas de tela que formaban el trabajo principal de Silas, eran siempre pagadas en parte con oro, y la plata la dedicaba a sus necesidades materiales, escogiendo siempre los chelines, y los medios chelines para los gastos de esta naturaleza.

Pagadas de su linaje, austeras, inflexibles en la etiqueta, con la cabeza atestada de rancias preocupaciones, las dos señoritas de Moscoso habían procurado infundir en la hija de D. Félix sus manías y sus humos aristocráticos y lo habían logrado á la perfección. El capitán unas veces se burlaba de sus cuñadas y de su hija, otras se enfurecía contra ellas.

Para que comprendas bien la diferencia que hay entre nosotras, te diré, aunque peque yo de presumida, que mi estampa retrae al pensamiento la de una diosa del gentilismo, y la suya la de una madonna de antes de Rafael. Las caricias y las alabanzas, que yo le prodigaba, eran siempre tiernamente recibidas y pagadas por ella. Había, sin embargo, entre nosotras no poco que limitaba la expansión.

Pasando junto a la casita del Cura, inmediata a la iglesia, le llamé desde abajo para saludarle, pues como nos habíamos visto y hablado ya varias veces, me sobraba franqueza con él para decirle que estaba más obligado por las leyes de la cortesía a la visita de don Pedro Nolasco que a la suya, no quedándome tiempo aquella mañana para dejar pagadas las dos; pero en lugar del Cura respondió a mis voces su ama, una vieja muy acartonada y envuelta cuanto de ella asomó por una ventana correspondiente a la cocina, en tocas y pañolones.

La corista entonces, cumpliendo órdenes de don Juan, tan bien dispuestas como generosamente pagadas, empezó a enviar misivas a don Quintín. En vano rogó éste a la que consideraba su amante que no le mandase chicos con recaditos, ni mozos de cordel con cartas. Mariquita llegó a decirle: ¡Eres un mandria; anda, bayeta, si me quisieras de veras, no tendrías miedo a la estantigua de tu mujer!

Pero quería que conociera las brechas que en su fortuna habían abierto a última hora las locuras de su padre. Ella hacía milagros de economía. Muchas deudas estaban pagadas ya; llevaba levantadas algunas hipotecas; gracias a su buena administración, ayudada por el fiel don Andrés; pero la carga era grande y en muchos años no conseguiría librarse de ella.

Los billetes de banco no le gustan, porque dice que las damas no deben tocar más papeles que cartas de amor y cuentas pagadas, y que con las criadas oros son triunfos.

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