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Actualizado: 5 de mayo de 2025
La vanidad sirviera justamente para reconocer cuán ajeno fué de tal escrito, si el estilo no lo dijera á primera vista. Se habla en este libro con extrema parquedad de Antonio Pérez, y él no sabía hacerlo, por mucho que se quisiera disfrazar.
El Zapata le dió por respuesta lo mismo que había dicho en la tienda de Joan Pérez de Vargas. Viniendo todos juntos á persuadírselo, porfiándole que lo hiciese, respondió que nunca Dios quisiese quél acabase de perder lo que otros habían comenzado.
No perdió momento Pérez, como Villeroy refiere, en el ensayo de reconquistar el terreno perdido en Francia; por intermisión del Condestable y embajada de Manuel Don Lope quiso justificar el viaje por aventura arriesgada de necesidad, de la que volvía postrado con gran calentura.
El proceder de Felipe II no era de naturaleza para fortificar en su Ministro ese patriotismo personal. Perseguido en tierra extranjera, Pérez se consideraba desligado del juramento de fidelidad.
»El Comendador mayor, que Antonio Pérez ha sido y es el que se sabe, y de ninguna prudencia y consejo, y que muchas veces se ha maravillado de que, tras tantos trabajos y en su edad, no se haya retirado á un rincón á hacer penitencia de sus pecados, y que agora que se halla desvalido y desfavorescido y desautorizado en Francia, mueve nuevas pláticas, y por ventura fingidas, para engañar y poder deservir mejor, como lo ha hecho siempre y se puede creer del acto que hizo de despedirse de aquel Rey, y en ese color quiso ir á Ingalaterra, donde no tenía que hacer; y pues no iba por cuenta y orden de V. M., se ha de creer que iba por la del Rey de Francia, como se verifica, pues cuando el de Ingalaterra no le dió entrada, se volvió á París y allí fué recibido; y habiéndole dejado de admitir en su reino el de Ingalaterra, por tener respecto á V. M., le podría dar mucho que pensar si agora le viese amparado de V. M., cuanto más que el quererle guardar para cosas de Francia para adelante, se dice como si Antonio Pérez no tuviese más años que el Rey de Francia, y por lo menos confiesan las cartas que de presente no es de ningún fruto, y en lo de adelante es muy dudoso todo lo que dél se puede esperar, aun cuando de su fidelidad se pudiera tener certeza, y lo que se debe tener está bien entendido; y entretenerle en çuiços de ninguna manera convendría, pues se ha negociado con ellos cuanto se ha deseado, y podría ser que allí hiciese, por lo menos, oficios por todos, y revolviese lo que está bien asentado.
Escriba usted a Juan Pérez o a Luis Fernández, y háblele como si realmente existiera. ¡Don Celso!... Y ¿he de firmar yo una superchería semejante? Y ¿por qué no? Sobre que la carta no ha de salir de la administración adonde vaya a parar.... ¡Pregunte usted en Madrid o en Barcelona por un Juan Pérez, sin más señas! El asunto es engatusar a este bodoque.
A costa de Alonso Pérez, mercader de libros". En las escasísimas correcciones que hemos creído forzoso introducir, ponemos en nota las palabras correspondientes de la Parte XIII. A DO
Manuel Mengana Olión. Tomás Santos Suárez Armando Sánchez. Darío Naranjo. Manuel Andreu. Encarnación Alfonso. José Ignacio Cáceres. Ramón Izquierdo. Esteban León. José Pérez Zequeira. Juan Aguirre. Germán Cauce. Antonio Plasencia. Enrique Salas Prado. Fortunato Cortés. Amador Rodríguez. Juan Garzón. Juan Sánchez González. Antonio Mendoza. Policarpo Garvey. Antonio Moiño. Juan José de la Paz.
Tan bien supo disimularla, que la misma interesada tomó la indiferencia por franco y declarado desvío. Susana fue la única que adivinó el doble secreto de aquellas dos almas: unos cuantos detalles bastaron a su penetración para comprender que Valeria y Pérez se querían. Convencerse de ello y formar propósito de favorecerles, todo fue uno.
Antonio Pérez no tenía, pues, que vacilar: el interés de Enrique IV, á quien ya servía; el que el rencor le hacía mirar como personal suyo, estaban al lado del Conde ambicioso y decidido.
Palabra del Dia
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