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Actualizado: 27 de septiembre de 2025
El asunto está arreglado; pero no fué sin trabajo; he tenido que emplear los medios más enérgicos para vencerla; podéis quedaros en Orsdael y no tenéis nada que temer. ¡Me ha perdonado! exclamó el aya. Una mujer como la condesa no perdona jamás. Pero, con todo, ¿puedo quedarme?
Vuestras palabras me asustan, señor le respondió . Tenéis la intención de declararle a mi pobre amiga que sentís afecto por ella y que sabéis que su corazón no es indiferente a vuestra amistad. ¡Por Dios os pido evitadle esa vergüenza! No la hagáis sonrojarse en vuestra presencia; huiría indudablemente de Orsdael... ¡Cómo es eso! murmuró Mathys , ahora sí que no os comprendo.
¡Oh! ¡Oh! dijo sardónicamente la condesa , no negaréis que os he escuchado con calma. Esa historia de la joven, de un oficial, es un cuento inventado por los envidiosos; en cuanto a Elena, ya no está en Orsdael. ¡Dios mío! exclamó Marta palideciendo.
Los consuelos y las predicciones del aya le habían hecho esperar que su existencia sería menos amarga en el convento que en el castillo de Orsdael. La viuda salió después de abrazar tiernamente a Elena. Apenas hubo Marta cerrado la puerta, la expresión de su rostro cambió por completo.
Mientras la condesa hablaba, murmuró sonriendo algunas palabras de asentimiento, y se había armado de valor para averiguar lo que deseaba saber. ¡Qué buena sois, señora! dijo . Entonces, ¿puedo quedar en Orsdael? ¿Sois tan generosa que me hagáis este favor? ¿Y no tendré que guardar más a la señorita? ¡Oh, cuánto os agradezco que me libréis de ese penoso servicio!
Si vaciláis, si llega a faltaros la energía necesaria, mañana os veréis lejos de Orsdael y vuestra hija seguirá siendo la víctima de la señora Bruinsteen, hasta que una muerte prematura o una enajenación mental corone la maldad de sus verdugos. ¡Por Dios, tenedme lástima, Catalina; hablad claramente! ¿Por qué me torturáis así?
No, no, esto no puede continuar. Hace demasiado tiempo que dejo turbar mi tranquilidad en beneficio de una ingrata. ¡Es preciso que parta de Orsdael! Sorprendida y profundamente conmovida por estas palabras, Catalina inclinó la cabeza y escuchaba temblando. Quizá estaba absorbida en sus pensamientos y trataba de encontrar un medio de desviar el golpe fatal que amenazaba a su desgraciada amiga.
¡Ay de mí! ¡Me mandan a un convento, lejos de aquí! dijo sollozando la joven . Huir de mi prisión, salir de Orsdael, sería un cielo; pero separarme de vos, Marta, me matará; ¡no puedo vivir sin vos! Ten valor y consuélate dijo Marta sofocando su propia emoción . En cualquier parte que estés, yo estaré siempre a tu lado. ¿Qué hizo y qué dijo el desconocido?
Preferiría seguir en Orsdael dijo Marta que pensaba en su hija. Eso me agrada replicó el intendente ; tanto más cuanto no seréis más sirvienta ni aya, y no tendréis que servir a nadie. Y la señorita, ¿quién la cuidará? Ya se ha pensado en eso, Marta. Dentro de pocos días estará lejos del castillo, y tengo razones para creer que no volverá nunca a él.
¡Se ha ido! ¡Huyó esta noche! exclamó . ¡Ya está a varias horas de Orsdael! ¡Dios mío! ¡Dios mío! ¡Y se lleva mi vida! ¡Estoy perdido! ¡Estoy perdido! Ebrio de cólera, azorado por el terror, se precipitó sobre la joven, la tomó de los hombros, la sacudió violentamente y le preguntó: ¿Dónde está Marta?... ¿Qué es lo que te ha prometido?... ¿Qué es lo que quiere hacer? ¡Habla o te mato!
Palabra del Dia
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