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Actualizado: 8 de mayo de 2025


Los dos amigos eran asiduos concurrentes á la ópera, y solían amenizar sus conversaciones con los cantos y romanzas de que tenían llena la cabeza; y á veces, cuando en el diálogo encajaba bien, soltaban algún recitativo. Por eso cuando el lúgubre dijo: Ha venido, el periodista cantó con afectación de sobresalto: ¿L'incógnito amante della Rossina? Apunto quello, contestó el otro.

Al pianista ciego le daba el cafetero siete reales y la cena. Por el día se dedicaba a afinar. Era casado y con ocho de familia. Tocaba piezas de ópera y de zarzuelas francesas como una máquina, con ejecución fácil, aunque incorrecta, sin gusto ni sentimiento.

Sus antiguos camaradas del hospital le habían llamado, por este motivo, la llave de los corazones. Yo de una casa donde se le llama, y no sin motivo, la tumba de los secretos. Sus jóvenes clientes del faubourg Saint-Germain le reprochaban el que visitase todas las noches el escenario de la Opera y le llamaban mata ratas.

El desconocido, procurando reponerse de su turbación, balbuceó algunas frases de elogio de un modo tan vago, que fue evidente para nosotros que no había escuchado la ópera y que, desde hacía dos horas, estaba pensando en otra cosa que en la música. Meyerbeer me dijo en voz baja, desesperado: ¡El infeliz no ha oído ni una nota!

Iba a cantarse una misa con acompañamiento de orquesta y de voces: algo extraordinario, como la ópera, del Teatro de San Fernando cuando llegaban las Pascuas. Luego entonarían los sacerdotes el Te Deum en acción de gracias por la salvación del señor Juan Gallardo, lo mismo que cuando el rey entraba en Sevilla. Se presentó la comitiva abriéndose paso en el gentío.

En una de las calles céntricas se puso al fin a cantar el primer pedazo de ópera que acudió a sus labios: la voz salía débil y enronquecida de la garganta; nadie se acercaba a él ni siquiera por curiosidad. «Vamos a otra partese dijo, y bajó por la Carrera de San Jerónimo, caminando torpemente sobre la nieve, cubierto ya de un blanco cendal y con los pies chapoteando agua.

La base de la confianza es el cariño, y ese es el que hemos empleado para apoderarnos de su manera de ser y poder asegurar que en el mundo psicológico del indio se opera toda la serie de sentimientos que se conocen en el vocabulario del corazón.

Cuatro docenas de cohetes de dinamita, capaces de estremecer a los muertos en sus tumbas, anunciaron su salida. La murga municipal saludó al astro del día tocando por las calles la famosa polka de los paraguas. Después se situó en el Campo de los Desmayos, rodeada de un enjambre de chiquillos, y ejecutó algunas piezas de ópera. El mar, batiendo suavemente en las peñas, le servía de contrabajo.

Nació Virginia Déjazet en París, el día 30 de Agosto de 1798, y á los cinco años, y bajo la dirección de su hermana Teresa, que pertenecía al cuerpo coreográfico de la Opera, debutó como bailarina.

Todo el mundo tuvo noticia en seguida de este pequeño contecimiento, excepto el señorito L'Ambert, que había marchado al Poitou, con objeto de asistir al entierro de un tío suyo. Cuando volvió a la Opera, la señorita Victorina Tompain poseía un brazalete de brillantes, unas dormilonas de brillantes, y un corazón también de brillantes, pendiente de su cuello a manera de araña de salón.

Palabra del Dia

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