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Actualizado: 8 de mayo de 2025
En el entreacto, el príncipe se marchó furtivamente, temiendo encontrarse con don Marcos y que su presencia le amargase una tarde feliz. Además, no le interesaba la ópera ni aquel cantante tan alabado. Atravesó el gran atrio de columnas de jaspe que sostienen una galería con balaustres rematados por candelabros de bronce. En un extremo, sobre tableros, estaban las últimas noticias.
Weber, que era un muchacho muy travieso, publicó a los doce sus seis primeras fugas, y a los catorce compuso su ópera Las Ninfas del Bosque: la famosísima del Cazador la compuso a los treinta y seis.
Quería llegar hasta el santuario del único ídolo en que siempre había de creer, porque era el solo a que no podía tocar. Eran más de las diez de la noche, y los duques, que se habían marchado con su hija a la ópera, no volverían probablemente hasta muy tarde.
Otros matrimonios más ridículos se hacen; por ejemplo, aquéllos que se arreglan en una entrevista única en un palco de la Opera, entre dos desconocidos que después se conocerán demasiado.
Declaro que hay que resistir menos asaltos desde la porte Saint-Martin hasta la Avenida de la Opera, a las 11 de la noche en los bulevares de París, o de 11 a 12 en la vereda del Critérium en Londres, que en aquella marcha incierta bajo una noche oscura.
Pescaremos. Don Víctor, satisfecho, sujetó mejor el brazo de su mujer que colgaba del suyo, y la tomó la mano como un tenor de ópera. Y cantó: Lasciami, lasciami oh lasciami partir... Calló y se detuvo. Un rayo de luna le alumbraba las narices. Miró a su esposa, que también volvió el rostro hacia su marido. ¿Te gustan los Hugonotes? ¿Te acuerdas?
No cabía duda de que lo enviaba casi todas las noches. ¿Pero con qué propósito? Esto era lo que ella no podía adivinar... Jamás se hubiese atrevido a preguntárselo. Por otra parte, no le veía casi nunca, a no ser por la noche, los días de ópera, en un palco segundo de frente a la escena, al que estaba abonado durante todo el año.
En último término gente conocida, cuya presencia me podía conmover... Para hacerme recordar que yo había sido un simple pianista, aquí me aguardaban, batuta en mano, los directores de los conciertos y de la ópera; los profesores de la orquesta con sus instrumentos; los cantantes espada al cinto ó arrastrando colas femeniles, todos pintados y con peluca; las muchachas del cuerpo de baile con piernas de fresa pálida y gasas horizontales en el talle... Estaban prontos á gemir, previamente aleccionados por la empresa.
Acometióle una negra melancolía, y no fué ni á la ópera á la moda, ni á las demas diversiones del carnaval, ni hubo dama que le causara la mas leve tentacion.
Ni un libro: ni regalados los quiere nadie; llena tengo la casa... ¡Si fueran billetes para la ópera o los toros...! ¿Ves pasar aquel autor escuálido de todos conocido? Dicen que es hombre de mérito. Anda y pregúntale: ¿Cuándo da usted a luz alguna cosita? Vamos... ¡Calle usted por Dios! te responderá furioso como si blasfemases; primero lo quemaría.
Palabra del Dia
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