Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 8 de junio de 2025
Fernando VI, que ascendió al trono de España en el año de 1746, se interesó poco ó nada por el drama nacional, pero favoreció á la ópera italiana, que, como antes dijimos, se había introducido en España desde principios del siglo.
La de la ópera de Rossini representaba las inmediaciones de un castillo feudal, donde habitaba aquel señor que aborrecía las mujeres; a la puerta había un gran letrero que decía: Il feroce Coradino odia il sexo feminino.
Uno de sus amigos, libertino recalcitrante, díjole: Busca una amante en la Opera; ese teatro está de moda, todo el mundo va a él; se sabrá, hará ruido, y eso es todo lo que te hace falta. ¡Yo! murmuró Arturo enrojeciendo de indignación. ¡Mezclarme en una intriga de ese género!
En varias novelas de malos y de buenos autores había visto Isidora caprichos semejantes, y también en una célebre zarzuela y en una ópera.
De más mérito, pero formada con iguales elementos, es El conde Lucanor, obra fantástica, cuya acción alterna entre Egipto y Toscana, y cuyos principales personajes son un príncipe de Rusia, otro de Hungría, el duque de Toscana, el Sultán y una encantadora egipcia; no escasean en ella detalles agradables y poéticos, pero la traza de ópera de su conjunto y lo alambicado de su exposición, ahogan por completo estas bellezas aisladas.
El duque de Bringas estaba muy enfadado porque no le llenaba la partitura; aquello no era sino una ópera cómica francesa, convertida en ópera italiana; en cuanto a la Ortolani, ¡pchs!... no vocalizaba mal, pero ¡estaba tan flaca!... ¡Como si tuviera que cantar con los mofletes! exclamó María Valdivieso con muy buen sentido.
A pesar de que tenía un rosario en la muñeca y adoptaba al hablar una expresión de víctima, su hijo creyó ver á una cantante de ópera. La expulsión del príncipe no le había causado extrañeza ni pena. Esos Romanoff nos han tenido siempre mala voluntad. No pueden olvidar á tu ilustre abuelo, que, según cuentan, le daba palizas á Catalina al pillarla con otros.
A pesar de su aspecto de decoración de ópera, que tanto entusiasmaba a doña Manuela, el tal chalet no pasaba de ser una casa de vecindad, enclavado como estaba entre otras construcciones de la misma clase, todas frágiles y pretenciosas, con sus jardincillos como sábanas, y sobre la verja, en letras doradas, los campanudos títulos de Villa-Teresa, Villa-María, etcétera, según fuese el nombre de la propietaria.
Un día, o mejor dicho, una noche, fue a un baile de máscaras a esta sala de la Opera, en la que jamás entraba sin que le latiera el corazón, como si quisiera reventársele en el pecho. La puerta del palco estaba abierta, y en él, envuelta en un elegante dominó, veíase a una mujer; estaba sola, y parecía abismada en profundas reflexiones.
A los cuatro años cuando aún no sabía escribir, ya componía tonadas; a los seis arregló un concierto para piano, y a los doce ya no tenía igual como pianista, y compuso la Finta Semplice, que fue su primera ópera.
Palabra del Dia
Otros Mirando