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Actualizado: 16 de junio de 2025
Dejé la pluma, pensativa, reflexionando que en provincias, a la hora actual, el matrimonio está por lo menos tan abandonado como en tiempo de Sebastián Mercier, cuando la abuela me arrancó bruscamente de mis demasiado sabias meditaciones. Un poco de memoria, Magdalena. Olvida que tenemos que ir esta tarde a ver a la señora de Brenay. Es verdad exclamé, no me acordaba...
Aquel fervoroso panegírico de las lágrimas ahuyentó el temor de su pecho. Al considerar la bondad inagotable de Jesucristo, que después de haber sufrido tanto y haber derramado su preciosa sangre por nosotros, olvida a cada instante las mayores ofensas con sólo presentarse a él arrepentido, la conmovió hasta lo último.
La joven le rechazó con dureza. ¡Oh! Nada de hipocresías... ¿Olvida usted que va á casarse dentro de unas semanas? Sorege se echó á reir. ¿Y qué prueba eso? ¿Vas á pretender que no te amo porque me caso con esa mina de dollars que se llama miss Harvey? No hago sino un negocio, hija mía; no puedes ignorarlo.
¿Por qué? preguntéla con mucha curiosidad. Porque respondió al punto , con esconder de la vista de uno o cambiar de sitio las cosas que en vida usaron los muertos, paez que se los olvida más pronto... Créolo yo así.
Aun vive, rico y estimado; suelo encontrármele en el casino, en el paseo, en los teatros; pasa cerca de mí y no se digna saludarme; no olvida ni quiere olvidar que yo le sustituí en el escritorio del señor Fernández. Repito que muy pronto fueron muy buenos amigos míos los demás empleados. En ellos tuve siempre auxiliares y consejeros.
Yo tengo otro: para la esposa que olvida sus deberes, el desprecio y el olvido; y para el pedazo de nuestras entrañas que huye, el amor, el apoyo, la dulzura, hasta lograr que vuelva a nosotros... Esteban, estamos separados por nuestras creencias; un montón de siglos se alza entre nosotros; pero eres mi hermano, me quieres y te quiero, sabes que sólo deseo tu bien, que llevo como tú ese apellido de familia que en tanto estimas, que amé a nuestros pobres padres como tú pudiste amarlos, y en nombre de todo esto te digo que esta situación debe acabar, que no debes vivir insensible y petrificado en lo que llamas tu dignidad, sin que te turbe el recuerdo de una hija tuya que rueda por el mundo como un guiñapo.
Pero este papanatas sí las ha visto, y por eso yo le preguntaba; sólo que tiene una cabeza como un marmolillo y todo lo olvida.
Ella había recobrado la calma. Se imagina usted cosas que no existen o por lo menos se trata de leves errores de los cuales no me acordaré más el día que reconozca que usted también los olvida. ¿Sabe usted cuál ha sido su único error? El de abandonarme desde hace un mes.
Así en lo malo como en lo bueno, siempre se deja un rabillo, para que lo desuelle el destino. En las mayores calamidades, permite siempre un suspiro; en las dichas que su misericordia concede, se le olvida siempre algún detalle, cuya falta lo echa todo a perder.
Ballester se había sentado en una silla junto al lecho, y no quitaba los ojos de aquella mujer, que le parecía entonces más hermosa que nunca. «Le daría cuatro besos pensaba ; pero de amistad, de pura amistad, porque me interesa esta infeliz... y digan lo que quieran, no es tan mala como se cree por ahí». Después empezó a dar noticias de la familia y amigos, las cuales oía Fortunata con gran curiosidad. «Doña Lupe, con toda su fiereza, no la olvida a usted.
Palabra del Dia
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