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Actualizado: 16 de mayo de 2025
Dejando aquesta costa á izquierda mano, Despues de veinte y cinco dias pasados De nuestro navegar por el Oceano, De vanas esperanzas confiados, A la Gomera un dia muy temprano Llegamos, los peligros olvidados: Que pasado el peligro, olvida luego El marchante el voto, prece y ruego.
Pero Teri movía la cabeza negativamente, con una tenacidad reflexiva en el gesto y unos ojos de misterio, como mujer que sabe que en amor las confesiones francas no se olvidan ni se perdonan. Todo mentiras... calumnias. Nada tengo que contarte. Olvida eso; no te atormentes... No hubo nada; y aunque algo hubiese... ¡yo no te conocía entonces, no te conocía!
Así marchamos hasta las nueve de la noche; las mulas, trabajando en la oscuridad, comenzaban a fatigarse, y el riesgo de una caída se hacía por momentos más inminente. Debíamos haber subido algunos centenares de pies porque el frío comenzaba a hacerse sentir, así como el hambre, que no olvida jamás sus derechos.
¿Conque se me hace esperar en la cámara por Uceda, que está en la recámara? dijo el duque ; ¿con que el rey se olvida al fin de lo mucho que me debe? y... mi hijo... ¿qué hubiera sido de mi hijo sin mí? ¡Esto es infame! Vendido ó abandonado por todos... ¿y qué hacer? ¿qué hacer?
A lo cual respondió Sancho: -Escríbala vuestra merced dos o tres veces ahí en el libro y démele, que yo le llevaré bien guardado, porque pensar que yo la he de tomar en la memoria es disparate: que la tengo tan mala que muchas veces se me olvida cómo me llamo. Pero, con todo eso, dígamela vuestra merced, que me holgaré mucho de oílla, que debe de ir como de molde.
Vuestro hermoso capullo una misión encierra: la aurora por vosotras ilumina la tierra... ¡La tierra, por vosotras, no olvida a su Creador! Bajo un sol de misterio, en un pobre ataud, cuatro hombres me llevaron a un negro cementerio, poblado de violetas en mística quietud. Estaba triste el cielo tres rosas del amor, de vigoroso luto, con hondo desconsuelo lloraban por la muerte del joven trovador.
Ya habían recorrido toda la atmósfera que rodea nuestro planeta; y la buena pluma, cansada y aburrida, sin fuerzas para avanzar más, giraba alrededor de su eje con desorden y aturdimiento, como un astro que se vuelve loco y olvida la ley de su rotación.
Algo debió usted conocer en mis ojos, porque se sonrió y me saludó con la mano. ¡Pobre Pedro! Los perros no olvidan la mano que les ha acariciado una vez. El hombre que olvida los beneficios es peor que un perro. Después que yo me fuí has estado en el servicio, ¿verdad? Sí, señora; me tocó la suerte. Cuando me marché, la víspera de San Antonio, creí que todos estos picachos se me venían encima.
Es más: esa satisfacción y ese contento no lo serían, no tendrían precio, ni valor, ni sustancia para ellos, si la consideración y la firme creencia en las cosas divinas no se lo prestasen. Luis no olvida nunca, en medio de su dicha presente, el rebajamiento del ideal con que había soñado.
El carácter de la ciudad es serio y grave, los domingos horriblemente tristes, solo el comercio, y nada mas que el comercio, constituye la vida inglesa: aunque hay teatros y diversiones, excepto los domingos, es inútil buscar la alegría, no se halla en parte alguna: es difícil, sino imposible, comer á gusto del individuo: en una palabra, Lóndres no hace nada por los extranjeros; Paris, todo: en la capital de Francia encuentra el viajero la realizacion de todos sus gustos, su manera de vivir; en la capital inglesa, es preciso plegarse al ajeno estilo, renunciar á lo conocido y agradable: en Paris se olvida uno si ha salido de su patria, en Lóndres nunca se deja de ser extranjero.
Palabra del Dia
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