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Actualizado: 2 de mayo de 2025
Tuvo instantes en que, olvidándose del plan trazado, las ideas acudieron en tropel a su imaginación y las palabras se agolparon a sus labios en frases exentas de unción sagrada, faltas de poesía y desnudas de belleza. Tenía prisa por llegar a mostrar su ardor en defensa de la fe.
Vino una discusion en que todos, olvidándose del Capitan General, intervinieron; hablaban á la vez, gritaban, no se entendían, se contradecían; Ben Zayb las tenía con el P. Camorra y se enseñaban los puños, el uno hablaba de gansos y el otro de chupa-tintas, el P. Sibyla hablaba del Capítulo y el P. Fernandez, de la Summa de Sto.
Es como si un autor escribiese una novela marítima, olvidándose de colocar en ella la obligada descripción de una tempestad. Pero Ojeda movió la cabeza negativamente. No había tal tempestad: un poco de movimiento al pasar el golfo de Santa Catalina; un simple incidente de viaje.
Terminada ésta, partió a su pueblo y, olvidándose de sus promesas de matrimonio, lo contrajo con una paleta rica. Las demás no habían alcanzado este grado excelso de la jerarquía amorosa. Inclinaciones vagas, devaneos de quince días, algún oseo por la calle; nada entre dos platos. Poco a poco se iba apoderando de ellas el frío desengaño. Aunque no hubiesen perdido la esperanza, estaban fatigadas.
Aquel modo de mirar extraía la verdad como con tenazas; y ciertamente, la pecadora sentía que la mirada aquella la penetraba hasta lo más profundo, trincando todo lo que encontraba. ¿Pero no lo cree?... ¿Pero lo duda? añadió; y olvidándose de los buenos modales, iba a hacer la cruz con los dedos y a besárselos jurando por esta.
D. Restituto comenzó a darles instrucciones, aprobó algunas cosas, reprobó otras, olvidándose por completo de su huésped. Uno de los operarios le participó que el molino había parado porque el hijo de Cosme había desviado el agua más arriba para secar el cauce del riachuelo y pescar las anguilas.
Unos caballeros aventureros y los dragones de Lima y Caravaillo, que llevaban la vanguardia del ejército, salieron á la defensa, y este motivo fué empeñando sucesivamente las demas tropas con el grueso de los sediciosos, y se trabó la accion, en que fueron derrotados completamente, dejando en el campo de batalla un crecido número de cadáveres, sin contar infinitos heridos que retiraron ó se hicieron prisioneros, y aun el mismo José Gabriel Tupac-Amaru lo hubiera quedado, á no haberse libertado por la lijereza de uno de sus caballos, en que emprendió una precipitada fuga, y con tanto aturdimiento, que olvidándose del vado del rio que debia atravesar para ir á Tinta, se arrojó á nado por lo mas profundo, donde estuvo muy cerca de ser sumergido en las aguas, y de acabar en ellas su vida.
Atraídos uno hacia otro, se sentaban en los escabeles de hierro, olvidándose la mujer del galanteo escuchado la víspera, y el hombre del libro que le acompañaba. La reseña de un baile o la noticia de otro, el proyectado enlace de una amiga, un cuento de la villa, lo que dijo una visita, un pensamiento de caridad, servían de motivo a las conversaciones.
Mas yo no pensaba semejante cosa, porque llegaba al colmo de la satisfacción, cuando le veía agitarse en la silla, desgreñarse los cabellos con desesperación, y embadurnarse la nariz con rapé, olvidándose de todas las reglas del aseo, olvido que no se producía sino en los casos serios. Con todo, si hubiese sido por él solo, creo que hubiera resistido muchas veces al demonio tentador.
Magdalena, dechado de elegancia y distinción, apoyábase en su novio y éste, radiante de felicidad, olvidándose de los espectadores, del bullicio del baile, del ritmo de la música, y anegando sus miradas en los ojos entornados de Magdalena, confundiendo con ella su aliento y escuchando los latidos de sus corazones, unidos por misteriosa corriente magnética, sintiose contagiado por la embriaguez que dominaba a su novia y le trastornó el vértigo.
Palabra del Dia
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