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Actualizado: 11 de octubre de 2025
Observa dijo éste bajando la voz y señalando al coronel que hay personas delante... Dispénseme V., coronel manifestó la señora sofocada aún por la ira; pero no lo puedo remediar... ¡Este hijo con sus cochinerías me quita la vida! El hijo, en tanto, daba tales gritos, que no diré en la cocina, sino en toda la vecindad debieran oírse perfectamente.
En cambio los gritos del cura se oían claramente desde el pasillo. «Miren por dónde sale ahora este... pensó doña Lupe volviendo la cara con desdén . ¡Qué tendrán que ver Santo Tomás ni el padre Suárez con...!». Al fin dejó de oírse la voz cavernosa del sacerdote, y en cambio se percibió un silbido rítmico, al que siguieron pronto mugidos como los del aire filtrándose por los huecos de un torreón en ruinas.
A las siete de la tarde, mientras el sol se iba ocultando en el horizonte, comenzaban a oírse hacia el Sur los primeros truenos, y algún que otro relámpago iluminaba aquella masa de vapores. El viento arreció de pronto, silbando entre la arboladura de la nave y levantando las olas, que se precipitaban unas sobre otras con roncos mugidos.
Es un axioma que en el juego se conoce la buena educación. Había allí muchas personas muy bien educadas, pero como reinaba la mayor confianza solía oírse frases como estas: Le digo a usted, que me lo ha dado usted. Yo le digo a usted, que no. Yo le digo a usted, que sí. Pues miente usted. Valiente crianza tiene usted. Mejor que la de usted.... Se trataba de un duro falso.
En seguida bajó los ojos, fingió turbarse, y terminó diciendo: Por Dios, don Quintín, déjeme usted vivir tranquila. Claramente comprendió el vejete que aquella mujer le consideraba como caballero, y además como peligroso. No le faltó más que oírse llamar guapo.
Mas hé aquí que, cuando llegaron los amantes y estaban en el patíbulo, comenzó á levantarse un rumor sordo en el público que llenaba la plaza y el cual fué tomando mayores proporciones, hasta oirse por algunos sitios la palabra perdón.
La ciencia de ahora, mentira y charlatanería, en comparación de la ciencia que aquella lengua llevaba en sí misma. Cada nombre de esta lengua contiene en sus letras la esencia de la cosa nombrada y sus ocultas calidades. Las cosas todas, al oírse llamar por su verdadero nombre, obedecen a quien las llama.
Si se alejaba iba a dar a la guardia de extra-muros. No sabiendo qué hacer y viendo un portal abierto, entró en él, y empujando suavemente la puerta, la cerró. Oyó el ruido de los pasos de los hombres en la acera. Esperó a que dejaran de oirse, y cuando estaba dispuesto a salir, bajó una mujer vieja al zaguán y echó la llave y el cerrojo de la puerta. Martín se quedó encerrado.
Desde el principio de la comida aguardaba con impaciencia el momento de lanzar mi pregunta. No porque tuviese dudas acerca de la respuesta, no; pero eso de oírse decir, bien directamente y en la cara, y por un hombre que no sea cura, que una es linda, ¡vamos! eso es verdaderamente delicioso. ¿Linda, prima mía? ¡Si sois encantadora! Nunca he visto ni más bellos ojos ni boca más bonita.
De un año a otro Celestina piensa con ardor en la cantidad de novedades que podrá introducir en los pasteles y por toda recompensa no ambiciona más que cumplimientos, lo que, entre paréntesis, no le falta, pues todas conocen su flaco y la adulan. A las dos y media empezó a oírse la campanilla. Genoveva, Petra, Paulina y Francisca llegaron de las primeras. Siguioles de cerca la señorita Sarcicourt.
Palabra del Dia
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