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Actualizado: 11 de julio de 2025
Señora y madre mía, ¿será verdad que hoy vas a consolarme?... ¿Y cómo me vas a consolar? ¿Qué te he pedido anoche? ¡Eh!... chiquilla gritó la Señana con voz desapacible, como el más destemplado sonido que puede oírse en el mundo . Ven a lavarte esa cara de perro. La Nela corrió. Había sentido en su espíritu un sacudimiento como el que produce la repentina invasión de una gran esperanza.
No tardó en oirse el prolongado murmullo de todas aquellas preces, dichas con singular recogimiento por arqueros, marinos y hombres de armas tan devotos como valientes. Muchos de ellos sacaron cruces y reliquias que besaron fervientemente, tendidos sobre cubierta y sin mostrarse al enemigo.
Wetterhexe escuchó; una ráfaga de viento acababa de oírse en el silencio de la noche, agitando los bosques seculares cubiertos de escarcha. ¡Cuántas veces la bruja había oído gemir el cierzo en las noches de invierno y ni prestó siquiera atención! ¡Pero ahora sentía miedo!
No debe usted echar flores aunque sea de este modo indirecto trayendo a su lado una joven tan linda. ¿Es su hija? Sí, señora.... La señora de Osorio añadió volviéndose a la niña. Esta se puso roja de placer al oirse llamar linda por aquella dama a quien tanto conocía de vista y de nombre.
Si la ría pudiera ruborizarse no dejaría de hacerlo al oírse calificar tan hiperbólicamente de inmensa llanura, si no es que creyéndolo broma de mal género lo echase a mala parte y se enojase seriamente. De todos modos, el viento se encargó de vengarla arrebatando de improviso el sombrero del inspirado cantante y cortando el arroyuelo, por no decir el torrente, de su voz.
¡Cuál no sería el espanto y el suplicio de Judit, no al oírse poner en ridículo, sino a la idea de que también el Conde se burlaría tal vez al leer su carta, que en aquel momento hubiera dado toda su sangre por no haber escrito! De aquí que se sintiese más muerta que viva al día siguiente cuando entró Arturo en su gabinete.
El vasto edificio estaba sumido en el más profundo silencio, pues toda la servidumbre se había retirado a descansar, y sólo podía oírse el rasguear de la pluma sobre el papel. Larga fué la carta que escribió el Príncipe, y bastante tiempo tomó en leerla y hacerle algunas correcciones.
Asunción y Presentación lloraron con más fuerza al oírse nombrar por su madre. Parecióme que ésta también comenzaba a sentir vacilante su varonil espíritu, y que apagándose la llama de sus ojos, se desmayaban sus enérgicos brazos, cayendo con desaliento sobre los del sillón.
Apenas si Darwin y Comte tienen uno que otro discípulo infiel. ¿Y cómo iba a escucharse la voz del maestro laico, del filósofo de la libertad, del crítico agudo y mordaz de nuestra patología política y social si aquellas sociedades provincianas son un exponente del pasado hispano-colonial con todos sus prejuicios y rutinas? ¿Podría oírse la voz de Álvarez, su crítica recia y fuerte a todos los dogmas religiosos donde el espíritu manso y serenamente episcopal del padre Esquiú preside la vida de las gentes todavía con sus sermones en olor de santidad?
Traducciones de óperas italianas, que se habían cantado antes en el Buen Retiro, fueron las primeras obras extranjeras que penetraron en los teatros populares. Había en ellas algo digno de verse y de oirse; pero ¿cómo esperar del vulgo que tomase afición á las tres unidades, cuando recorría volando en pocas horas el cielo y el infierno y las cinco partes del mundo?
Palabra del Dia
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