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Actualizado: 2 de julio de 2025
No los escucho, los oigo respondió la Bonnetable ofendida por la observación de la abuela, lo que no es lo mismo afirmó con un tono de superioridad aplastante... Esos chismes, como usted los llama, enseñan por lo menos a conocer a las personas de que se habla... Como no sirvan precisamente para lo contrario rectificó la abuela descontenta.
Yo oigo con mucha desconfianza á estos preocupados alabadores de sus Patrias. Es noticia harto vulgar, que los Griegos tenian por bárbaros á todos los que no eran Griegos; y habiendo sido los principales establecedores de las Ciencias, no pudieron librarse de tan vana preocupacion.
Y fray Luis siguió leyendo: «Ese mancebo nos ha entregado, por mano de doña Clara Soldevilla, aquellos papeles, aquellos terribles papeles.» ¿Y qué papeles son esos? A más de impaciente, curioso; son... unos papeles. ¿Y no puedo yo saber?... No: oíd, y por Dios no me interrumpáis. Oigo y prometo no interrumpiros. «A más ha herido ó muerto, para apoderarse de esos papeles, á don Rodrigo Calderón.»
El joven diplomático le escribió una carta desolada poniendo su suerte entre sus manos y terminando por estas líneas de una hábil política: «¿Qué debo hacer, Liette? Dígamelo usted, pues ya no lo sé yo mismo. Apelan a mi honor, a compromisos de familia, a mi gratitud hacia mi tío, a mi piedad por su hija... Yo no oigo más que la voz de mi razón y mi amor... Necesito un guía que me ilumine.
Si a esa reja te asomaras y a Leonor vieras aquí, tuvieras piedad de mí y de mi amor no dudaras. Aquí te buscan mis ojos, a la luz de las estrellas, y oigo, a par de tus querellas, el rumor de los cerrojos. Y oigo en tu labio mi nombre con mil suspiros también. UNA VOZ, dentro. Hagan bien para hacer bien por el alma de este hombre.
A su alrededor gemían otros heridos, confundidos todos sobre el suelo, esperando que el señor Durand pudiese abandonar el martillo por el cuchillo. ¡Voto a tal! tengo sed continuó el maestro Zeli ; me siento débil; apenas si oigo hablar nuestros cañones; ¿es que están constipados?
-Pues ¿no? -respondió él-. Aquí esperaré intrépido y fuerte, si me viniese a embestir todo el infierno. -Pues si yo veo otro diablo y oigo otro cuerno como el pasado, así esperaré yo aquí como en Flandes -dijo Sancho.
Tengo que permanecer inflexible por grande que sea la emoción que experimento bajo vuestra mirada... Pero, ¿qué es lo que oigo? Esa voz que se oye abajo... ¡Es la condesa! Se ha vuelto a toda prisa, furiosa sin duda de que la haya engañado. Tengo que irme, Marta. Cuando esta causa de mal humor haya pasado, le anunciaré nuestro casamiento. Estáis de nuevo temblando, calmaos.
De cuando en cuando oigo a lo lejos el sordo rumor de un coche; suenan las campanadas lentas del reloj de la Puerta del Sol; una voz turba de pronto el sosiego profundo. »Y yo me siento ante la mesa y arreglo las cuartillas. Pero no se me ocurre nada. Aquella espontaneidad que yo sentía afluir en mí ya no la siento.
Angelina... supliqué ¿qué dijo y quién es esa pajarita? Será una golondrina de las que anidan en la torre.... ¡Adiós! Las golondrinas no son rubias, ni visten de azul. ¿Y a qué viene eso de las tentaciones? A nada. ¡Cosas mías! Por decir algo... por avivar la curiosidad del caballero.... Seriamente. Dígame usted todo. Sin duda que me ha de interesar.... ¡Ah! ¡Y sí que sí! Pues... oigo.
Palabra del Dia
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