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Actualizado: 8 de junio de 2025


Fisgando interrumpí ; pero a instancias del mozo, y sin presumir de qué se trataba. ¿Qué importa? Digo que si entonces me hubiera retirado, creería usted que yo era un cura sinvergüenza y falsario. Yo no podía dejarle ir sin ofrecerle alguna explicación. Yo era el que debía.... Usted, ¿por qué? Usted, a lo sumo, incurría en un exceso de curiosidad.

Aun suponiendo que ella me hubiera guardado un resto de cariño, ha hecho bien en aprovechar la ocasión para deshacerse de él completamente. Más vale así, para ella como para . Nada tengo que ofrecerle, ni felicidad, ni alegría, ni siquiera la sombra de un placer, nada más que trabajo, penas y miseria, de un extremo del año al otro.

Cuando salimos yo me tapé perfectamente porque la criada había traído uno para y otro para ella... Pepito nos siguió a descubierto. Llovía atrozmente... y yo en vez de ofrecerle el paraguas y taparme con el de la criada, le dejé ir mojándose hasta casa... Pero no fue por gusto mío, Lola... por Dios, no lo creas... fue que me daba vergüenza...

Dimmesdale después que pronunció su discurso, se adelantó apresuradamente para ofrecerle su apoyo; pero el ministro, todo trémulo, aunque de una manera decidida, alejó el brazo que le presentaba su anciano colega.

El millonario, que gozaba fama de avariento, había llegado á ofrecerle un apoyo desinteresado, por si algún día necesitaba ensanchar su acción laboriosa. ¡Y á este hombre bueno venía á robarle la felicidad su hijo, un bailarín frívolo é inútil!... Laurier, en los primeros momentos, habló de batirse.

Es preciso ofrecerle también aquella limosna que vale más que todos los mendrugos y que todos los trapos imaginables, y es la consideración, la dignidad, el nombre. Yo daré a mi pobre estas cosas, infundiéndole el respeto y la estimación de mismo. Ya he escogido a mi pobre, María; mi pobre eres .

Al ver a Arturo, la dama se estremeció e hizo un movimiento como para levantarse y salir; pero, sin poder apenas sostenerse, se apoyó en el antepecho del palco y cayó de nuevo sobre su asiento. Esta turbación hizo que Arturo se fijase en ella y que se aproximara para ofrecerle sus servicios. La dama, sin contestarle, le rechazó con un gesto.

Sólo al terminar y ofrecerle de nuevo el periódico, la encontró ligeramente pálida. ¿Por qué me mandas leer esto?... No entiendo... Voy a explicártelo repuso Gonzalo con acento de ira concentrada, recalcando mucho las sílabas. Te he mandado leer esto, porque el mandarín de que aquí se trata, es el duque de Tornos, la china eres , y el chino yo... ¿Lo entiendes ahora?

O lo que es más probable dijo la condesa , estará llorando sus faltas y la pérdida de su voz. Pero ¿dónde está? repitió con instancia Rafael. No lo respondió la condesa , y lo siento, porque quisiera ofrecerle consuelos y socorros si los necesita. Guárdalos para quien los merezca dijo el general. Todos los desgraciados los merecen, tío repuso la condesa.

El parlamentario comprendió, por el tono de voz de la anciana, que no podría hacerla entrar en razón y que sería peligroso siquiera contestarle. Volviose, pues, a Hullin y continuó: Estoy encargado, señor comandante, de ofrecerle honores de guerra si consiente en rendir la posición. Carecen ustedes de víveres, y nosotros lo sabemos. Dentro de pocos días se verán obligados a deponer las armas.

Palabra del Dia

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