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Actualizado: 10 de julio de 2025
El que atrajo la atención de L'Ambert había visto, sin duda, que la morada de su dueño no ofrecía ya bastante caza, y buscaba en plena campiña un suplemento a su pitanza. Los ojos del señorito L'Ambert, después de haber errado algún tiempo a la ventura, sintiéronse atraídos y como fascinados por el gesto de aquel gato.
Ninguna otra cosa de interés ofrecía su persona, pero resultaba agradable si no bella. Tristán la había encontrado tal en otro tiempo cuando la niña comenzó a hacerse mujer, y esto ayudado de la fortuna cuantiosa que su tío poseía acaso le hubiera decidido a fijar en ella sus miras matrimoniales.
En cada rostro de aquellos valerosos soldados leíase el júbilo, el placer que aquella fiesta que á guisa de homenaje le ofrecía el pueblo, que de esa manera demostraba que sabía hacer justicia á sus valerosos y abnegados soldaditos.
Ojeda le obedeció, extrañando el bizarro aspecto que ofrecía con aquella capa sobre el traje ligero, tembloroso de frío y buscando el calor del sol cuando todos en el buque sentíanse angustiados por la temperatura asfixiante. ¿De dónde viene usted?... Del Polo contestó Maltrana.
Los concurrentes al baile, percatados de la verdadera causa de aquellas amarguísimas lágrimas, hicieron responsable del desaire a la dama que ofrecía la fiesta, la cual, a partir de aquel momento, resultó triste, medio aguada y deslucida. Nunca olvidaré el mal rato que sufrí ante la situación desairada e inmerecida de mi amiga.
Beatriz se apoyó en el brazo que él le ofrecía y la condujo hasta el primer escalón del peristilo, y como aquélla dudase en separarse de él, Jacques la atrajo hacia sí y besó sus cabellos. ¡Hasta dentro de un momento! le dijo. Beatriz se sentó en el salón cerca de una ventana abierta mientras se alejaba por el jardín. Paseóse Fabrice en él largo tiempo, a lento paso.
Los ojos de Sorege, ocultos según costumbre, se dirigieron claros y penetrantes á Jenny, y la expresión de astuta dulzura que ofrecía su cara desapareció de repente.
Sus ojos eran ya los más bellos del mundo, sus dientes parecían perlas, tenía un talle delicioso, y con su vestido de indiana ofrecía el aire más distinguido que imaginar se puede.
El frío clasicismo agostaba en flor los ingenios, que educados en la retórica francesa, y siguiendo los principios del prosaico Montiano, del rígido Luzán, del insoportable Hermosilla, no atinaban á utilizar los elementos poéticos que en aquel tiempo nuestra sociedad les ofrecía.
Y se acercó a él y le levantó por un brazo. Hola, compadre, ¿le sabe a usted muy dulce? ¿A que es más dulce este caramelo? El niño la miró con espanto y no llevó la mano al que la ofrecía. Hizo pucheritos y estuvo a punto de llorar. ¡Tontisimo! ¿Lloras porque te doy golosina? ¿Qué haces entonces cuando te azotan?
Palabra del Dia
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