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Actualizado: 10 de julio de 2025


El bosque todo se ofrecía con vida desordenada y exuberante, con el brío y la soberbia de la juventud: ningún árbol carcomido, ninguna planta marchita; todo viril, todo sano, todo fuerte. Jamás la flaca naturaleza de nuestro joven se sintió tan humillada.

Como los planos fueron largamente meditados y discutidos, ofrecía una adecuada distribución, que lo hacía más cómodo tal vez que el de su suegro, con ser este tres o cuatro veces mayor. Halló a un criado en el recibimiento. Estefanía ¿dónde anda? Hace ya un buen rato que ha llegado, señora.

Tu padre y tu madre te han dejado. ¿Por qué yo, la abuela, he de ser inmortal?... Los viejos dejan el sitio a los jóvenes, y los pajarillos vuelan del nido para ir a construir otro... Los pajarillos sin corazón, es posible dije dejando caer un lagrimón en la mano que la abuela me ofrecía pero las nietas agradecidas...

Para Ana el cuarto acto no ofrecía punto de comparación con los acontecimientos de su propia vida... ella aún no había llegado al cuarto acto. «¿Representaba aquello lo porvenir? ¿Sucumbiría ella como doña Inés, caería en los brazos de don Juan loca de amor? No lo esperaba; creía tener valor para no entregar jamás el cuerpo, aquel miserable cuerpo que era propiedad de don Víctor sin duda alguna.

Era una mujer ajada, de buenos ojos, flaca, pálida y pobremente vestida, con un pañolito de seda blanco al cuello y la cabeza descubierta. Aparentaba bien cuarenta años; pero quedaba la duda de si sería más joven. Su rostro ofrecía más claramente las huellas del trabajo y la miseria que las del tiempo. ¿Sanhurho? Sanjurjo.

Pero, sobre todo, lo que necesitaba era no ahogarse, no estar oprimida por techos y paredes, etc., etc». Para Bonis nada de esto ofrecía novedad, a no ser en la forma, pues su mujer se había pasado la vida pidiéndole la luna.

Todo valle, cuando fué recorrido la primera vez por el río ó el arroyo que hoy lo baña, estaba bastante más accidentado que en la actualidad; la graciosa sucesión de fisuras y de charcos, no ofrecía más que una serie de lagos unidos y de cascadas que se sumergían en ellos; pero poco á poco la pendiente se ha determinado, los huecos se han llenado de aluvión, las cascadas que desgastaban gradualmente la roca se convirtieron en torrentes y después en arroyos pacíficos.

Ni Paz sentía ya cortedad, ni Pepe manifestaba aquella desconfianza fundada en lo distinto que se le ofrecía el porvenir de cada uno: las frases que cambiaban eran protestas de cariño, promesas de firmeza, todo el repertorio monótono y vulgar de los enamorados, siempre romántico y exagerado, pero eternamente delicioso.

Por más esfuerzos que hacía para volver otra vez a aquella mi anterior convicción, no lo lograba. Oscuro y temeroso se me ofrecía lo que poco antes veía claro y risueño. Pues, a pesar de eso, no observaba en mi alma aquel sentimiento de furor y rabia que me había acometido al saber mi derrota. Una extraña laxitud la invadía, un desfallecimiento que me inclinaba a la tristeza, no a la cólera.

Relámpagos siniestros brotaban de ellos de vez en cuando, y después de cada uno su cuerpo se estremecía como si acabase de cometer un asesinato. Y es la verdad que allá en los profundos abismos del alma los estaba cometiendo, y á cual más horrible: porque tantas veces como la imagen de Pedro se ofrecía á su imaginación, otras tantas le cosía á puñaladas con singular deleite.

Palabra del Dia

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