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Actualizado: 13 de noviembre de 2025
Pero, aunque con perfecta cortesía, Julieta había respondido de tal modo a sus reiterados ofrecimientos, que la solterona, desengañada, se había eclipsado prudentemente llevándose en su retirada a las concurrentes habituales de la oficina, a quienes la nueva empleada desconcertaba por su clara mirada y por la exquisita política de su: «¿Qué desea usted, señora?»
Durante un rato no se oyó en Gasparini más ruido que los suspiros de la Pipaón y algunas tosecillas de la marquesa, que no tenía sus bronquios en el mejor estado. Como las dos amigas estaban solas en la casa, pues Bringas no había vuelto de la oficina, ni del colegio los niños, podían hablar con toda libertad de sus cuitas sin hacer misterio de ellas.
El le bordará a usted la comida con chanzas groseras; él le hará a usted preguntas fraternales y amistosas... él... Vaya usted a una tienda a pedir algo. ¿Tiene usted tal cosa? No, señor; aquí no hay. ¿Y sabe usted dónde la encontraría? ¡Toma! ¡qué sé yo! Búsquela usted. Aquí no hay. ¿Se puede ver al señor de tal? dice usted en una oficina.
Quería ir pronto a la oficina, donde tenía cita con el marqués de Fúcar y con el ministro para tratar de salvar al Tesoro, haciéndole un préstamo. «¡Ah!, se me olvidaba... murmuró, echando la vista sobre una carta . Francisco, dile al señorito Joaquín que suba». Joaquín Pez, el mayor de los Pececillos, tenía treinta y cuatro años.
El mozo Aurelio casi nació a la sombra protectora de los muros de la oficina: antes que bigote y barba tuvo colocación, conseguida por la influencia paterna, reforzada por la de los demás Mirandas.
El Támesis me lo puedo representar, despues de mil sensaciones inconexas entre sí y con él; pero si se ha de producir en mí el fenómeno que llamo ver, entonces será preciso que me resigne á hacer desfilar en mi interior toda la serie de fenómenos que lleva consigo un viaje: y nó como quiera, sino sintiendo real y verdaderamente todos los placeres y las incomodidades que le acompañan: y formando una verdadera voluntad de marcharme y de acudir puntualmente á tal hora, so pena de encontrarme sin esa sensacion que llamo ver la diligencia, y con esa otra sensacion que llamo ver un dependiente de la oficina que no me quiere devolver el dinero, y sin otra sensacion que llamo ver y tocar mi equipaje, y con todas las sensaciones ingratas que resultan de semejantes descuidos.
Debía ir á Niza para que le reservasen un sitio en la oficina de coches-camas. Pensaba en enviar á don Marcos; luego desistía, encontrando preferible ir él mismo. Y pasaban las semanas sin realizar este breve viaje, preliminar del viaje á París, pareciéndole ambos igualmente largos.
El capitan jeneral fue desde luego el juez nato de esta renta, como superintendente jeneral subdelegado, y la única administracion se encargaba á un vecino de honradez y confianza, con solo la asignacion de un 25 por 100 sobre todo lo que recaudase. Este nombramiento se aprobaba por la oficina jeneral de Méjico, de donde dependia en todo.
A su vista aprendió á escribir, y entre sus legajos pasó de la niñez á la juventud, y de esta á la vejez. Más de treinta años lleva manejando aquellas carpetas que jamás han estado empolvadas, merced al cuidado y cariño con que son tratadas. Para Andoy no hay más allá que su oficina, esta constituye su hogar, sus goces y sus distracciones.
Franqueza por franqueza. Sí, señor, me gusta Cristeta... A todos nos gustan las mujeres; ¿cree usted que no tengo yo también lo que necesito?... ... me gusta Cristeta; pero ¿y si fuera también verdad que deseo meterme a empresario? Como usted ve, mi casa es pequeña, necesito poner un cuarto, una oficina donde ultimar contratos, hacer ajustes, etc., y necesito un representante. ¿Quiere usted serlo?
Palabra del Dia
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