Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !

Actualizado: 13 de julio de 2025


Kotelnikov tuvo palpitaciones, guardó cama durante dos días y muchas veces empezó a escribirle a su madre: «Querida mamá» escribía y su debilidad le impedía siempre terminar la carta. A los tres días, cuando llegó a la oficina, le dijeron que su excelencia el director quería verle. Se arregló con un cepillo el pelo y el bigote, y, lleno de terror, entró en el gabinete de su excelencia.

Conocían todos los trabajos de Freya; hasta habían proporcionado datos exactos sobre su personalidad de agente secreto, el número de orden con que figuraba en la oficina directora de Berlín, el dinero que cobraba, sus informes en los últimos meses.

Bostezaba en la oficina, cobraba su sueldo, esperaba con ansia la hora y la calle. Amados hermanos míos, tiempo es ya de que digamos con el ángel. ¡Ave, María!

De repente se abrió la puerta de la oficina, empujada por una fuerte mano. Y apareció en el umbral, haciendo el saludo militar, el cartero del pueblo, un veterano de bigote gris y cuya blusa azul estaba estrellada por la cruz de honor. El tío Marcial, un soldadote nada cómodo murmuró la antigua empleada. Pero Liette no la oyó.

Mientras Thiers estaba en su oficina, su mujer pasaba las horas casi sola. Rara vez iban visitas a la casa; pues la mayor parte de sus amigas, a excepción de las de Cucúrbitas, no habían vuelto aún de baños. Dos o tres veces fue a verla Refugio, y charlaron de modas y de los artículos que había recibido de Burdeos.

Al salir del ascensor, la inglesa se dirigió con paso rápido a la oficina donde estaba pluma en mano el cajero del hotel.

En fin, D. Manuel había tomado en aborrecimiento su domicilio, y estaba en él lo menos posible. La tranquilidad no existía para él más que en la oficina, donde no hacía más que fumar y recibir a los amigos, y en casa de alguno de estos, como Bringas, por ejemplo. ¡Oh!, ¡cuánto envidiaba la paz del hogar de D. Francisco y aquella dulce armonía entre los caracteres de uno y otro cónyuge!

Aquella oficina era lo único accesible del edificio, donde se podía entrar á la buena de Dios, sin miedo á esperar ni á porteros inflexibles. ¿Está el Capi?... preguntó Aresti á los escribientes que trabajaban tras un atajadizo de cristales. ¡Pasa, Planeta, pasa! gritó alguien tras una puerta del fondo del corredor.

Mejor es que tomemos posesión de ellas observé, cerrando la maleta y poniendo en mi bolsillo el pequeño manojo de llaves. Sus albaceas las necesitarán. Luego, cerramos la puerta, y dirigiéndonos a la oficina, comunicamos la desagradable noticia de la muerte ocurrida en el hotel.

Es decir que, mientras públicamente seguía afectando desprecio hacia las fuerzas de tierra, cuando hablaba con el novio de su hija o entre militares, lo hacía con agasajo, les preguntaba con interés por su carrera, lo mismo que si prestasen servicios en cualquier oficina civil del Estado.

Palabra del Dia

buque

Otros Mirando