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Todos se sentaron a la misma mesa, frente a las ventanas, para no perder de vista el camino; sirviéronles vino, y cada cual comenzó a contar lo que sabía; uno dijo que los aliados eran tantos que tenían que acostarse uno junto a otro en el valle de Hirschenthal, y que estaban tan llenos de miseria que, así que se marchaban, las hojas secas andaban solas por el bosque; otro contó que los cosacos habían prendido fuego a una aldea de Alsacia porque no les dieron velas como postre después de una comida; que algunos de ellos, en particular los calmucos, comían jabón como si fuera queso, y la corteza del tocino como galleta; que muchos bebían aguardiente en vasos, después de haber echado en el líquido varios puñados de pimienta; que era preciso ocultarlo todo, porque todo era para ellos comestible y bebedero.

Una vez alejado Pierrepont, abordó Elisa sin ambages el asunto a debatir con Beatriz; se guardó bien de hacerle ni el más leve reproche, acusándose a misma de haber sido ligera, imprevisora, mala consejera, proponiéndose ahora, antes de alejarse por muchos meses, reparar su imprudencia imperdonable; sabía que entre su amiga y el marqués nada existía de criminal, pero, al fin, en sus revelaciones, advertíase un algo de incorrecto, de equívoco, porque aquella sinceridad de los primeros tiempos, vano fuera ocultarlo, había desaparecido, y era imposible suponer que en adelante pudiesen continuar, sin alterar ya la tranquilidad o la estima de Beatriz, ya el honor de su propio marido; era, pues, de necesidad urgente poner remedio a ese estado de cosas, y el único remedio eficaz no podía ser otro sino el inmediato matrimonio de Pierrepont.

Nada de esto sospechaba ella, porque Andrés tenía buen cuidado de ocultarlo bajo exterior indiferente y jocoso. Para Rosa no era más que un señorito llano y amable que gustaba de jugar con ella y embromarla. Hasta entonces había tenido muy mala idea de los señores.

Quilito, así que vió aparecer al portugués, sintió cierto desasosiego, y para ocultarlo, cogió el periódico que tenía cerca y lo colocó delante de su cara, fingiendo estar entregado a la más interesante lectura; de vez en cuando, miraba al descuido a don Raimundo, y le parecía tan feo y repulsivo como aquella vez que tuvo necesidad de sus servicios y se abocó a él, más muerto que vivo.

¿Quién pudiera imaginar después de estas frías palabras que Cecilia estaba tiempo hacía profundamente enamorada? Sin embargo, como el amor es el sentimiento humano más difícil de disimular, y después del consentimiento de sus padres no había razón alguna para ocultarlo, lo dejó ver con bastante claridad.

Tan patriótico añadió el Ministro , que, teniéndolo en cuenta el Gobierno, ha resuelto..., ¡y esto que ha de ocultarlo usted hasta de su propia sombra! Por de contado dijo don Simón, sintiendo excitada su curiosidad . Y ¿qué es lo que ha resuelto? Distinguir de una manera honrosa a los seis mayores suscriptores. Y ¿cuál es esa manera? preguntó don Simón entonces, cegado ya por la vanidad.

Estaba leyendo un pequeño libro, y pasado el primer momento de expansión se apresuró á ocultarlo en uno de sus bolsillos, como si temiese que Aresti leyera la cubierta del volumen. Doña Cristina siguió al médico, quedando de pie cerca de los dos hombres, con ceño imponente, vigilando sus expansiones fraternales. Aresti se hacía explicar todos los síntomas de la enfermedad.

Todo el mundo sabía que era pobre, y él distaba infinito de ocultarlo, aunque nunca se lamentaba de su pobreza. No adulaba a nadie, pero no hablaba mal de nadie tampoco. Estaba lleno de ingénita benignidad y de natural indulgencia.

El gobierno, queriendo ocultarlo, publicó en la Gaceta un parte, que solamente hablaba de pequeñas partidas alzadas en Galicia; pero los periódicos, suplementos y extraordinarios dieron la voz de alarma; con lo cual la sorpresa de la corte fue tan grande como inconcebible estaba siendo su apatía.

Pepe dudó entre devolver el cuerpo del delito a su hermano u ocultarlo para que de nuevo no cayese en manos de Leocadia: por último, pensando que Tirso, aunque lo echara de menos, no tendría el atrevimiento de reclamarlo, optó por lo último.