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Estaba seguro de que opinaba como yo, ella que era prototipo de prudencia, de rectitud, de sinceridad, y no obstante vacilaba en darme la razón porque se preguntaba, sin duda, si cuando yo decía muchas cosas verdaderas no ocultaba alguna.

No es ocasión de examinar si con procedimiento tan sencillo, utilizado por Julio Verne en una de sus novelas, es fácil engañar á marineros de guerra que con vista de las estrellas y aun con la dirección del viento solo habían de conocer el verdadero rumbo, ni importa investigar á qué fin enderezaba D. Cristóbal el cuento: lo que de él se deduce y al objeto presente aprovecha, es que la rosa estaba pegada á la aguja y ocultaba sus giros sobre el estilo, sin lo cual no podía imaginar el ardid.

Al castillo balbuceó el muchacho, poniéndose colorado . Al mismo tiempo, ocultaba confundido una de sus manos dentro de su blusa. ¿Qué vas a hacer al castillo? volvió a preguntarle. A ver a la señorita Julia. Julia era la camarera de Juana. ¿Quién te envía, hijo mío? Un señor murmuró el niño, cada vez más intimidado. ¿Un señor que está alojado en tu hotel, no es verdad? Si. ¿Un oficial? .

A sus pies estaban Roberto y el anciano médico. Roberto se ocultaba el rostro entre las manos; los sollozos sacudían su cuerpo. El anciano fijó en su mirada penetrante; por un instante creí otra vez que leía hasta el fondo de mi alma y que mi falta se exhibía abiertamente ante él.

Tenía puesto un traje de lanilla gris liso y muy ceñido; la respiración pausada y tranquila imprimía a su hermoso pecho un movimiento regular, y un rizo sedoso y negro, escapado de entre las horquillas, le ocultaba parte de la frente.

Sus navíos se habían mezclado con los nuestros, y como la contienda era a tiro de fusil, el buque enemigo que nos batía ocultaba la vista del resto de la escuadra, además de que el humo espesísimo nos impedía ver cuanto no se hallara en paraje cercano.

Hacia las dos, la sobrexcitación de Mauricio era tan aguda, que hablaba de marcharse á París, subir á casa de Bobart y cogerle por la garganta para obligarle á revelar los secretos de la señorita Guichard y decir dónde ocultaba á Herminia.

No puedo creer que cometiese semejante necedad. Ni yo tampoco. Aun cuando era su única hija, y la depositaria de toda la historia de su vida, había una cosa que me ocultaba persistentemente, y era la índole de su secreto. Algunas veces he abrigado la sospecha de que tal vez no era muy honorable; que probablemente sería uno de esos que un padre no se atreve a revelar a su hija.

Era como el buen médico que le pide al enfermo las noticias más insignificantes del mal que padece y de su historia para saber cómo ha de curarle. Fortunata no ocultaba nada, eso bueno tenía, y el doctor amante se encontraba a veces con más quizás de lo necesario para la prodigiosa cura. ¡Y qué horrorizado se quedaba oyendo contar lo mal que se portó el seductor de aquella hermosura!

Cuento contigo y con dos o tres amigos más, para que nos acompañen. Es una fantasía de mi amable niña Watkinson. No dejes de ser exacto. A Armonville, esta noche, a las ocho. Tu vieja amiga Matilde HussonLa señora de Husson, segura de la aprobación de la señora Martholl, no ocultaba sus proyectos. Había mirado siempre con malos ojos el casamiento de Huberto con la señorita Aubry.