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6 cuando lavaba yo mis caminos con manteca, y la piedra me derramaba ríos de aceite! 7 Cuando salía a la puerta a juicio, y en la plaza hacía aparejar mi silla, 8 Los jóvenes me veían, y se escondían; y los viejos se levantaban, y estaban en pie. 9 Los príncipes detenían sus palabras; ponían la mano sobre su boca; 10 la voz de los principales se ocultaba, y su lengua se pegaba a su paladar;

Temblando por aquella existencia que pendía de un hilo y por su amor, acaso más frágil todavía, la joven devoraba sus lágrimas y ocultaba sus angustias a fin de no entristecer aquella agonía... ¿No estaba ella amenazada por un doble duelo? A pesar de las cartas de Raúl, su corazón estaba martirizado por penetrantes aprensiones ¡Blanca amaba!

Al principio pareció a todos desatinado el proyecto, mas poco a poco, a fuerza de dar vueltas a la idea, fueron viéndolo menos inaccesible y hasta empezaron con lentitud y sin gran entusiasmo a preparar los medios de llevarlo a término. Hallándose en tal estado las cosas, una tarde se presentó María en la casa donde don César se ocultaba y quiso hablarle a solas.

Pero el pueblo gascón no ocultaba su preferencia por Captal de Buch y sus compañeros, pues la popularidad de los ingleses había decaído mucho desde las enconadas contiendas originadas por la captura del rey de Francia y el destino que debía de darse al regio prisionero.

Concluyó por anudársele de tal suerte, que apenas se le entendía. Ramoncito se vió necesitado a tomarle el legajo y a continuar la lectura hasta el fin. Castro, en presencia de aquellas ridiculeces, ocultaba su sonrisa de hombre superior detrás de grandes bocanadas de humo.

En cuanto a la señora Adelaida, había levantado a Adela, e incapaz de expresar de otro modo su alegría, sollozaba estrechándola contra su corazón, mientras que Adela, confusa, ocultaba entre sus brazos su rubor modesto y su conmovedora emoción.

Bonifacio ocultaba a su mujer que andaba en aquellos tratos, que era el alma de la proyectada fiesta; pero ella supo que el concierto se preparaba, y que su Bonis era factor del holgorio, que iba a ser cosa rica.

Una febril agitación reinaba en las calles barridas por el viento, y en las casas reinaba una profunda quietud. Cuando el chino hubo llegado a la cima de la cuesta, la colina de la Misión se ocultaba ya a su vista y la fresca brisa del mar le daba escalofrío. Descargose de su cesto para descansar.

Además, respetaban al doctor con cierta adoración supersticiosa porque era primo hermano de Sánchez Morueta y éste no ocultaba su gran cariño al médico... ¡Sánchez Morueta! ¡Cómo quién dice nada! Hacía muchos años que no había estado en las minas. Aun en el mismo Bilbao, transcurrían los meses sin que viesen su barba cana y su cuerpo musculoso de gigante los más íntimos del famoso personaje.

De un lado, sonreía al amor, del otro hacía muecas al crimen. La una se mostraba porque era hermosa; la otra se ocultaba porque hubiera causado horror. La señora Chermidy prometió al duque ocuparse en su asunto. Aquel mismo día, efectivamente, habló con le Tas acerca del criado que se podría enviar a Corfú.