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Actualizado: 29 de junio de 2025
El sol enviaba alegremente sus dorados rayos a través de las vidrieras de colores de la capilla, e iba a reflejar sus mil maticos sobre el banco pulimentado y negro de encina, cargado de pesadas esculturas, banco en el cual se sentaba Kernok en los días solemnes. ¡Ah! ¡y con qué dignidad tranquila y majestuosa ostentaba en él su pechera y su frac marrón! ¡con qué destreza ocultaba su chicote a la vista del cura! ¡con qué aire de compunción cerraba los ojos, fingiendo rezar y recogerse, cuando la plática del sacerdote le sumía en la más agradable somnolencia!
El que siguió fué solemne para los dos seres que quedaban en la roca. La condesa ocultaba el rostro entre las manos. Octavio la contemplaba en silencio.
Cuando doña Cristina, atendiendo las indicaciones del médico, le ocultaba los cigarros, Urquiola buscábalos, y, echando á broma la prohibición, obsequiaba al tío.
Muchos, como don Alonso, recelaban de sus propios labios durante el sueño, y evitaban adormirse en los sillones, entre el paso de la servidumbre. Toda altivez era funesta y el mismo silencio no era seguro. Ne contumax silentium, ne suspecta libertas. La idea temblaba en el cerebro, y no hubo pluma que osara estampar lo que el alma ocultaba en su cripta más honda.
Las sombras empezaban a extenderse sobre la vega, y en los montes opuestos a los montes por donde el sol se ocultaba, relucían las peñas más erguidas como si fueran de oro o de cristal hecho ascua.
Una nueva aventura muy desagradable, semejante a la del armario, vino a concluir con la paciencia de Miguel y a darle ánimos para exigir seriamente de la generala que pusiera a su doncella al corriente de lo que pasaba. Desde la aventura del armario, Miguel, siempre que la doncella venía, se ocultaba en la alcoba debajo de la cama.
Te pareces a tu abuelo... ¡Igual a todos los de tu familia! Y ocultaba su verdadero pensamiento; callábase el único parecido que le conmovía: la semejanza de Jaime con su padre, cuando éste era oficial de marina y venía a verla en tiempos ya remotos. Sólo le faltaban para ser idéntico a su progenitor el uniforme y los lentes... ¡Ah, monstruo de liberalismo y de ingratitud!...
Mirando más y más, observé que lentamente iban elevándose desde su seno hacia el firmamento un número infinito de pequeñas columnas de humo, las cuales al extenderse en el aire se abrazaban, y juntas subían a engrosar el ya tupido velo que ocultaba al sol. Aquellas columnas de humo me hicieron pensar en los hogares que debajo de ellas había, y todo lo comprendí en un instante.
María se levantó con un movimiento de coraje, dejó caer una silla, salió del cuarto cerrando la puerta con estrépito y volvió en breve, vestida de negro, cubierta de una mantilla cuyo velo le ocultaba el rostro y envuelta en un pañolón, y salieron los dos juntos. Muy entrada la noche, al volver Stein a su casa el criado le entregó una carta. Cuando estuvo en su cuarto, la abrió.
Cuando el otoño era ya un poco entrado, se ocultaba entre la niebla, y no volvía á parecer sino uno que otro día muy raro del invierno, en que el viento, soplando fuerte por la noche, había barrido el tupido manto de los cielos.
Palabra del Dia
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