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Ello mucho debió de ser, pero no obligaba a restitución, porque el ama confesaba y comulgaba de ocho a ocho días, y nunca le vi rastro ni imaginación de volver nada ni hacer escrúpulo, con ser, como digo, una santa. Traía un rosario al cuello siempre, tan grande, que era más barato llevar un haz de leña a cuestas. Dél colgaban muchos manojos de imágenes, cruces y cuentas de pendones.

Diera yo por callarlo, por ocultártelo, los días que me quedan de vida. Ya comprenderás que no podía ser... Mi cariño me ordena que hable. PANTOJA. He dicho que Lázaro Yuste fue... No quiero, no quiero oírlo. PANTOJA. Tenía entonces tu madre la edad que tienes ahora: diez y ocho años... No creo... Nada creo. PANTOJA. Era una joven encantadora...

El padre estuvo sonriente y amabilísimo con ellos, y á Clarita le dió, como si no fuese ya una mujer, como si fuese una niña de ocho años, y con la respetabilidad que setenta bien cumplidos le prestaban, dos palmaditas suaves en la fresca mejilla, diciéndole: ¡Bendito sea Dios, muchacha, que te ha hecho tan buena y tan hermosa! Su merced me favorece y me honra contestó Clarita.

La peña aquella ocupaba tres mesas, y antes de que los parroquianos llegaran, el mozo les ponía a todos el servicio. Juan Pablo entraba a las ocho, cuando aún no había en el local más que tres o cuatro personas, y los mozos estaban de conversación sentados junto al mostrador. En este, el amo o encargado preparaba los servicios, poniendo pilas de platillos de azúcar.

Llegaron allá después de ocho días, habiendo gastado los tres en abrir camino por un espeso bosque, sin hallar con qué apagar la sed sino exprimiendo ciertas raíces que llaman Bocurús. Poco más adelante descubrieron una laguna muy grande cercada de una corona de montes que hacia el Oriente abrían boca, por donde la laguna descargaba sus aguas, y por el Poniente la ceñía un bosque espesísimo.

La pequeña Judit agregó el notario, una jovencita que hace siete u ocho años fue admitida como figuranta en el cuerpo de baile. Aguarde usted... dijo el profesor de Derecho con un tono algo pedante. ¿Una rubita que en La Muda hacía el papel de uno de los pajes del virrey?

Los dos eran Igualmente susceptibles y quisquillosos. A veces se pasaban seis u ocho días sin hablarse.

Al terminar Roger sus oraciones recogió bastón y hatillo y corriendo como un gamo no tardó en llegar á una cabaña situada á la izquierda del sendero y rodeada de una cerca, junto á la cual estaban el arquero y su recluta, mirando á dos niños de unos ocho y diez años respectivamente; plantados ambos en medio del jardinillo que cercaba la casa, silenciosos é inmóviles, fija la vista en los árboles del otro lado del camino y teniendo en la mano izquierda, extendido horizontalmente el brazo, unos largos palos á manera de pica ó alabarda, parecían dos soldados en miniatura.

Rosita, hacía ya ocho años, había estado en la feria del pueblo de ambas, no lejos del pueblo de ella, y había sido hospedada en la casa del señor Cura, amigo de su padre.

Hacía medio año que había desembarcado, después de pasar ocho en un presidio de la Península. Le habían condenado a catorce, pero le alcanzaron varios indultos. El recibimiento fue triunfal. ¡Un hijo de San José que regresaba de tan heroico destierro!... No debían mostrarse menos entusiastas que los vecinos de otras parroquias, que acogían a sus verros con grandes agasajos.