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Actualizado: 4 de julio de 2025
Las quales admite en Datta y Descargo el S.r D.r Pedro Juan Vaquer p.ro que hase off. de Contador al S.r D. Leonardo Çafortesa Reseptor de esta Inqq.on Las quales dichas ochocientas y Cinq.ta y Cinco libras onse Sueldos y ocho mrs. restadas con las tres mil trecientas y quarenta Libras Seis Sueldos y nuebe mrs. de los dos pliegos de el Cargo, resulta de Alcanse Dos mil quatrocientas y ochenta y quatro Libras quinse Sueldos y vn ms., quedando por hazienda de el fisco.
Hemos salido a las ocho y cuarenta y son ahora las ocho y cincuenta. En diez minutos se ha hablado mucho. Ha rezado usted tanto tiempo a San José, como decía ahora mismo la señora de Robertier, que todo el mundo ha deducido que desea usted casar a su nieta. De modo respondió con complacencia la abuela, que no se puede rezar a San José por otros motivos...
Ocho días en casa de unos parientes de acá por celebrarse durante ellos la romería del pueblo; una quincena con los de Robacío por una causa parecida, y muy poco más por este arte.
A las siete y media de la mañana metí el bote á bordo, y á las ocho y cuarto me hice á la vela con viento ONO medianamente fresco.
Estoy seguro de que no bajaría de las ocho o las nueve. Por ahí... respondió Andrés, cada vez más aterrado.
-Ha de ser así en todo caso -dijo don Quijote-; que si allí no va el nombre patente y de manifiesto, no hay mujer que crea que para ella se hicieron los metros. Quedaron en esto y en que la partida sería de allí a ocho días.
Este hallazgo nos alentó con la seguridad de que en Paris no nos moriríamos de hambre por falta de mesa, y resolvimos solemnizarlo yendo á un café cantante, desde las seis hasta las ocho de la noche, y al teatro de la Gran Opera, desde las ocho y media hasta las doce.
Si alguien pusiera en duda esta verdad, oígale á él. ¡Callad, haraganes, callad! No hacéis migaja de labor. Toda la fuerza se os marcha por la boca y no valéis la comida que os dan. Los gritos quedan para las lumbradas y los hígados para el trabajo. ¡Puño! si no fuese por mí, no concluíais de pisar el fruto en ocho días.
Asistía ocho días seguidos a cualquiera de estas sociedades: de repente se cansaba y tardaba en venir un mes. Miguel Rivera solía compararlo a Milord, un famoso perro que asistía con su amo al café del Siglo. Mientras le daban terrones de azúcar se mostraba muy solícito y cariñoso. En cuanto observaba que los platillos quedaban vacíos, se alejaba de la mesa afectando no conocerles siquiera.
Don Amaranto llega invariablemente a la oficina a las ocho de la mañana; se calza sus manguitos, se toca con un bonetillo la calva de santo, ancha y reluciente, y silencioso, con una tristeza mansa y resignada, trabaja hasta las dos, en que el ujier trae el parte de salida. En ese momento, D. Amaranto se torna a su casa. ¡Es la hora de comer!
Palabra del Dia
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