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Una persona de quien nos podamos fiar, ¿no es eso? ¿Un soldado, un hombre que haya estado en la guerra y que sepa aprovechar la ventaja de nuestras posiciones? Pues bien, ¿por qué no nombráis a Hullin? ¿Hay alguno que sea mejor? Que se levante en seguida y decidiremos. Por mi parte, propongo a Juan Claudio Hullin. ¡Eh! ¡Allá abajo! ¿Lo oís?

Entonces, y como la atracción que le impulsaba hacia el cadáver era más poderosa á medida que se acercaba á él viendo que por codos no podía abrirse paso, dió á gritar de una manera desentonada: ¡Dejadme, dejadme pasar, por Dios! ¡quiero verla! ¿no oís que quiero verla antes de que se la lleven? ¡Dejadme pasar! Y redoblaba sus gritos.

Si oís la explicacion en que él señala las causas, estas no son otras que la injusticia de los hombres, la envidia que no puede sufrir el resplandor del mérito ajeno, el egoismo universal que no consiente el menor sacrificio ni aun á los que mas obligacion tenian de hacerle, por parentesco, por amistad, por gratitud: en una palabra, el infeliz es una víctima contra quien se ha conjurado el humano linaje, obstinado en no reconocer el alto mérito, las virtudes, la bella índole del infortunado. ¿Qué habrá de verdad en la relacion?

25 ¡Ay de vosotros, los que estáis hartos! Porque tendréis hambre. ¡Ay de vosotros, los que ahora reís! Porque lamentaréis y lloraréis. 26 ¡Ay de vosotros, cuando todos los hombres dijeren bien de vosotros! Porque así hacían sus padres a los falsos profetas. 27 Mas a vosotros los que oís, digo: Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os aborrecen;

Mirábale la joven con dulzura, entreabiertos los labios por una ligera sonrisa y á Roger le parecía oir ya la anhelada respuesta; pero en aquel momento resonó en el patio del castillo una voz potente, seguida de gran ruido de armas y pasos y el trote de los caballos. La columna se ponía en marcha. ¿Oís? exclamó la joven, erguida, brillante la mirada. Van á partir. Es la voz de mi padre.

33 Así que, levantado por la diestra de Dios, y recibiendo del Padre la promesa del Espíritu Santo, ha derramado esto que vosotros ahora veis y oís. 34 Porque David no subió a los cielos; pero él dice: Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi diestra, 36 Sepa pues ciertísimamente toda la Casa de Israel, que a este Jesús que vosotros colgasteis en un madero, Dios ha hecho Señor y Cristo.

Pues ¿qué digestion es la vuestra, que sólo se hace bien contemplando que un semejante vuestro se degrada? ¿Creeis por ventura que no es degradacion para un hombre el hacer oficios de lobo, puesto que ese hombre aulla? ¿No ois los aullidos? ¿Eso os recrea? ¿Eso ayuda vuestra digestion, señores franceses? ¡Así nos recreamos! ¡Ah! Si no teneis más razon que esa, me callo.

Tuvieron que hacer memoria para contestar: sólo doña Manuela quiso responder en seguida. San Justo... y la Concepción Jerónima... y... Más cerca está San Isidro decía Leocadia. ¿En cuál de ellas oís misa? Nadie repuso. Vais indistintamente a cualquiera, ¿eh? Pues eso no es bueno. La misa debe oírse siempre en el mismo templo, y si es posible en el mismo altar y dicha por el mismo sacerdote.

me marcaste de la vida el paso, un cuerpo débil para mi alma diste: si era para el licor frágil el vaso, ¿por qué no lo cambiaste ó lo rompiste? ¿Dónde está tu justicia, que no acudes un remedio á aplicar á los dolores del que siente la de las virtudes y el gérmen del amor de los amores?» . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . ¡Ah, no sabeis vosotros, desdichados, que acaso oís riendo mis gemidos, los momentos de angustias ignorados que guardan estas letras escondidos!

¡A , Roug, Bled, Adelrico! gritaba con voz atronadora, con la barba erizada, suelta la cabellera roja y la piel de perro alrededor del brazo a guisa de escudo . ¡A ! ¿Me oís, por fin? ¿No veis que llegan?