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Actualizado: 7 de junio de 2025
Pase usted. Me colé de rondón. Mi hombre, casi tendido en una poltrona, cerca de la ventana, revisaba un legajo. Al sentirme se incorporó contrariado, dejó el asiento, y fué a cerrar la puerta, acaso para que no pudiese oirnos el escribiente. ¿Qué mandaba usted? me dijo frunciendo el entrecejo. Mi maestro, el señor don Román López, me ha recomendado....
El que cae en manos de los boches sabe que es hombre muerto: nos colocan fuera de toda ley... ¡Y nosotros... nosotros, siempre que podemos...! Hasta cuando nos insultamos de trinchera á trinchera nos enorgullece ser de la Legión. Una noche, los de enfrente, al oirnos hablar en español, empezaron á gritar en nuestro idioma. Debían ser alemanes procedentes de la América del Sur. «¡Ah, macabros!
Y puesto que no pueden oírnos, no podemos convencerlas. Esto no tiene vuelta de hoja. ESCIPIÓN. He aquí por qué os propongo el plan siguiente: Elijamos entre nosotros un parlamentario, con arreglo a nuestras costumbres de guerra, y propongamos a nuestras encantadoras enemigas que hagan lo mismo.
En momentos en que no podía oírnos me dijo Andrés: Las señoras están muy tristes porque te vas, tan tristes que ni el sol las calienta. Pero no tengas cuidado; no tengas cuidado.... Ya se les pasará la aflicción. Luego prosiguió en alta voz: Oye: ¿y tú no sabes montar a caballo, verdad? Ya me parece que te veo. ¡Qué figura!
Quiso ocupar una butaca, pero la marquesa se opuso. No; aquí, á mi lado. Así nadie podrá oirnos. Y lo obligó á sentarse en el sofá, junto á ella. Tenía el rostro pálido y la mirada dura, como si aún estuviese conmovida por recientes y desagradables impresiones. La pelea de Pirovani y Canterac había pasado á segundo término en su memoria.
Hasta me alegraré de tener un nuevo marido; el que tengo ahora gruñe porque no varío el menú, mientras que el nuevo se chupará los dedos. CLEOPATRA. Decís cosas cínicas, Proserpina. La historia, con ese motivo, nos condenará. PROSERPINA. ¿Qué sabe la historia de nuestros negocios? Además, yo me encuentro aquí divinamente. CLEOPATRA. ¡Sois incorregible, Proserpina! Tened cuidado, pueden oírnos.
A veces siento el deseo de comunicarle cosas muy importantes para mí, cosas íntimas, cosas tiernas de la amistad, y no me atrevo. ¿Quién sabe si algún universitario conocedor de nuestro idioma vaga por debajo de la mesa y puede oirnos?... Ahora, como podré hablar en voz discreta, tal vez me atreva á decir lo que pienso con algo más de libertad.
Al oírnos hablar del baile, nos obligó a callar; dirigió dos o tres frases hirientes a mi tío, por haberse permitido asistir al club y comenzó a contarnos su jornada. Parece que aquello había sido un campo de Agramante: que la emoción de mi tía había sido puesta tres veces a votación y que tres veces había sido rechazada.
El vigilante puede oírnos, y todo se perdería... ¡Jacobo! ¡Mi pobre Jacobo! ¡En qué estado te encuentro! Mírame... que yo vea tus ojos... ¡Cómo has debido sufrir para llegar á esta delgadez, á este abatimiento!... Le atrajo al ángulo más lejano de la sala, donde era difícil verlos é imposible oirlos desde fuera.
Estamos solos continuó le Tas , nadie puede oírnos; no tenemos tiempo que perder. ¿Estás contento de que haya curado tu señora? Ciertamente, señorita. No obstante, su ama me había prometido otra cosa. ¿Qué es lo que te había prometido? Que la señora moriría bien pronto y que yo tendría 1.200 francos de renta. Y tú hubieras preferido eso, ¿verdad? ¡Claro!
Palabra del Dia
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