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Actualizado: 26 de noviembre de 2025
Por desgracia resulta que Cabrera, que así se llama el marido de Lully, es un señorito tan grosero y vulgar de sentimientos que, a los pocos días de casado, se tima o se pone en relaciones pecaminosas con las daifas o zuripantas, que encuentra a su paso en el viaje de novios. No son ya posibles la devoción y el afecto conyugales con que había soñado Lully. Nuevo ideal por tierra.
Llegada la media noche se levantó Hullin y, dirigiéndose a los novios, dijo: Tendréis robustos hijos; yo haré que salten en mis rodillas, les enseñaré mis antiguas canciones y después iré a reunirme con los que fueron.
¡Cómo!... ¿No te da vergüenza mirar por un pañuelo el día de tu boda? ¿No vale más la alegría de tu mujer que un trapo? ¡Habrá gallego!... Y todos le increpaban con ira mientras el señor Rafael se retorcía de risa en un rincón gritando: ¡Vivan los novios rumbosos!
Por las noches, al conversar con ella al través de una reja, contemplando su rostro de mora entre matas de flores, presentábase el mozo de una taberna cercana llevando por delante una gran batea de cañas de manzanilla. Era el enviado que llegaba a «cobrar el piso»: la costumbre tradicional de Sevilla con los novios que hablan por la reja.
Es necesario se decía, que me resigne a verlos con ojos impasibles, y que me acostumbre a la idea de verlos luego unidos por lazos más estrechos aún. Nunca me habituaré a este sufrimiento, si lo huyo siempre. Dejó su libro; se creía fuerte y dueño de sus sensaciones, en tanto que fijaba sobre los novios ojos de loco.
Jóvenes llegados de diversos lugares de la tierra para estudiar los misterios del Océano acababan por hacer cálculos matemáticos sobre las probabilidades de la ruleta. Y además, tiene el amor decía Castro al comunicarle Toledo sus impresiones sobre Novoa . Cuando no juega está al lado de esa Valeria. Eran novios.
Dijo: «¿Queréis tomar a este hombre por vuestra mujer legítima?» En seguida preguntó: «¿Queréis tomar esta mujer por vuestro legítimo marido?» Pero, lo mejor del caso, es que sólo yo me di cuenta de aquello, y que los novios contestaron en seguida «sí» como si yo mismo hubiera dicho amén cuando debía, sin haber escuchado lo que precedía.
Quien de lejos divisara aquella pareja, mancebo galán y lozana doncellita, departiendo solos en la vega frondosa, tomáralos, a buen seguro, por enamorados novios; y no creyera que hablaban de dolor y muerte, sino de amor, que es la vida misma.
CUESTA. Lo que más importa, hija mía, es que tengamos formalidad... que las personas timoratas no hallen nada que censurar... Me han dicho... creo yo que habrá exageración... me han dicho que hormiguean los novios... ELECTRA. ¡Ay, sí! ya casi no acierto a contarlos. Pero yo no quiero más que a uno. CUESTA. ¡A uno! ¿Y es...? ELECTRA. ¡Oh! Mucho quiere usted saber. CUESTA. ¿Le conozco yo?
Y cuando con más calor hablaba Andresito de sus tormentos amorosos, la niña le interrumpió, diciéndole con su tonillo bromista, como quien accede a tomar parte en un juego: Bueno; seremos novios... pero ¡por Dios! que nada sepa la mamá. El Carnaval de aquel año fue muy alegre para la familia de doña Manuela. Las niñas se divirtieron.
Palabra del Dia
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