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Actualizado: 4 de junio de 2025
MÁXIMO. ¡Ah, pobre chiquilla! Lo que te anuncié... ¿Apuntan ya las seriedades de la vida, las amarguras, los deberes? ELECTRA. Quizás. Noto en tu rostro una nube de tristeza, de miedo... gran novedad en ti. ELECTRA. Quieren anularme, esclavizarme, reducirme a una cosa... angelical... No lo entiendo. No consientas eso, por Dios... Electra, defiéndete. ELECTRA. ¿Qué me recomiendas para evitarlo?
Yo no soy mas que un extranjero, un español, un gachupín, y todos acabarían por ponerse de acuerdo para afirmar que fué Maltrana el que guiaba el automóvil. Noto también que les causa á ustedes cierta satisfacción el espíritu de justicia que demuestran los nuevos gobernantes al perseguir á Castillejo por su delito.
Sí, hija, sí, pues no faltaba más... Y solícito, cariñoso le ceñía el embozo de las sábanas a la espalda sonrosada, de raso, que él no miraba siquiera. Pero la Regenta notó luego que su marido estaba preocupado. ¿Qué tienes? ¿Tienes aprensión? Crees que estoy peor de lo que dicen... y quieres disimular.... No, hija, no... por amor de Dios... no es eso....
Marta se hallaba de nuevo sin conocimiento, las mejillas rojas, la frente cubierta de sudor, y siempre ese movimiento siniestro de los labios que se agitaban y chasqueaban sin interrupción. A eso de la una vino el doctor; le tomó la temperatura y notó una disminución de la fiebre. Aumentará y disminuirá todavía más de una vez dijo.
Una hermosa mañana cayó pues en la cuenta de que había sido una solemne tonta en preferirle á su rival y desde entonces se notó el aumento de la joroba de Pelaez.
Este hábito lleva en sí cierto principio de desmoralizacion. Me he fijado mucho en esta faz del pueblo que examino, y noto realmente que aquel hábito imprime una arruga en su fisonomía.
Mas se notó en los ojos de Juan una dulce mirada, y no como de que se alegraba él por sí, sino por placer de ver tierna a Lucía. ¡Son tan desventurados los que no son tiernos! De la ciudad vendría lo mejor; para eso iba Pedro. ¿Quién no quería alegrar a Ana? Y ver a Sol del Valle, que estaba ahora más hermosa que nunca ¿quién no querría? Carruajes, los tenían casi todos los amigos de la casa.
El secretario estaba en ascuas, y lo estuvo más cuando notó que los cuellos del solariego y su cara avinatada llamaban la atención de muchas personas. El mayorazgo, afortunadamente, no lo conocía, pues descansaba en la persuasión de que «en Madrid todo pasa». Al retirarse, al anochecer, y bajo una temperatura africana, don Silvestre se achicharraba, y quiso refrescar. Entraron en un café.
Mucho cuidó a mi padre en su última enfermedad. Sintió su muerte y le lloró muy de veras; pero, en fin, ella no tiene en el día más que treinta y seis años. Parece mi hermanita mayor. A menudo me da envidia, aunque dulce y no amarga, porque la encuentro y noto que la encuentran por ahí más bonita que a mí. ¿Qué extraño es que mamá se haya consolado? Dios me lo perdone, si es mal pensamiento.
En fin apareció un joven que se había retardado un poco en la calle tomándose tiempo para acabar un cigarro que había encendido al salir del cementerio. Se deslizaba discretamente en nuestras filas, cuando la señora de Saint-Cast lo notó. ¿Es usted, Arturo? dijo con una voz semejante á un soplo. Sí, mi tía dijo el joven, avanzando como centinela al frente de nuestra línea.
Palabra del Dia
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